boletin noviembre diciembre - Diocese de Ourense

1310 • DICIEMBRE
BOLETÍN OFICIAL
PREGÓN DE LA FIESTA DE LA INMACULADA
SEMINARIO DE LA DIÓCESIS DE OURENSE
DÍA 7 DE DICIEMBRE DE 2004.
«Hoy España celebra con gozo, tu sin par concepción virginal, y con noble
entusiasmo ardoroso, te proclama patrona inmortal».
Durante los años de mi infancia y adolescencia he entonado esta estrofa, con
sentido fervor, cada fecha de la fiesta de la Inmaculada ; y aún ahora, entrado en años,
al llegar a la altura oportuna del calendario, la repito como un sonsonete interior que
me da temple para acoger y vivir día tan significado.
Recuerdo aquellas solemnes celebraciones, con presbítero, diácono y subdiácono;
cantos enardecidos, olores de incienso y vestiduras azul cielo. Retengo todavía en
mis pituitarias la espesa fragancia de las flores que adornaban el altar de la Virgen
en la parroquia de mi pueblo y en la capilla del colegio.
Pero no tengo nostalgia, ni de aquellas fechas, ni de aquellas formas; aunque su
evocación pone en evidencia un sentimiento imborrable, siempre actualizado a pesar
de los años transcurridos, y que todavía me motiva para vivir esta fiesta con
intensidad, con un contenido original de afirmación de la vida de calidad, de la vida
que se reconoce en sus dones recibidos del Creador, de la vida vivida con transparencia
a la luz de la voluntad de Dios sobre cada uno de nosotros.
Hoy es la fiesta de la inigualable, de la inalcanzable; por lo tanto, de la inimitable en la
originalidad de su ser inmaculado. Para un don excepcional, una respuesta peculiar y única,
la de la «toda santa», la de la «sin mancha de pecado original», que ella supo dar como
creyente en la Palabra, que acoge, precisamente, por ser la palabra de su Señor y Creador.
La fiesta de la Inmaculada es la afirmación de la desidolización de la criatura en
esta figura señera, cantada por sabios, poetas y devotos, y la proclamación de nuestra
fe en el Dios de la vida y de la gracia, el único santificador; Él es quien ha hecho y
preparado a Maria para ser digna morada de su Hijo, Madre de nuestro Señor.
Esta es la fe que me acompaña desde la más tierna infancia, pedagógicamente inculcada
por mis padres y abuelos, por mis catequistas y maestros, por tantos libros redactados con
devoción, cuya lectura me ha nutrido de la fe que profesa sobre María toda la Iglesia.
Estoy agradecido al Señor por este cuidado con que ha mimado mi fe en Él y en
los Misterios de la Salvación, por medio de la Palabra de la Iglesia, presente en tantas
personas que me han acompañado en ese camino de crecimiento y maduración.
Hoy puedo ejercer ante vosotros, agradecido a quienes me eligieron este año, el
oficio de pregonero de la Fiesta de la Inmaculada, porque la noticia que es conveniente
saber y voy a pregonar, me habita con fuerza en mi ser profundo, en mi cabeza y
en mi corazón, en mis sentimientos y en mis afectos. El misterio de María ha dado
siempre profundo sentido a mi existencia personal; me siento anclado a la vida,
ubicado en un lugar determinado, abierto a la esperanza de una vida nueva y motivado
a servir al bien , precisamente en referencia a ella que no hizo otra cosa más que
aceptar «Hágase en mí según tu Palabra».