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cialísima manera de disminuirme aunque pro-<br />
nuncie frases laudatorias.<br />
—No es ninguna ganga —repliqué—. Después<br />
de todo, ellos no tienen equipo de hockey.<br />
No tengo ni idea de por qué me estaba tiran-<br />
do yo mismo a matar. Debe haber sido para lle-<br />
varle la contra, porque él tomaba siempre el<br />
bando opuesto.<br />
—Tienes otras cualidades —dijo Oliver Barret<br />
III, pero declinando especificarlas. (Dudo que<br />
hubiera podido hacerlo).<br />
La comida era tan insulsa como la conversa-<br />
ción, con la diferencia de que yo podía predecir<br />
el grado de dureza de los pancitos antes de que<br />
llegaran, mientras que nunca adivinaría qué<br />
tema mi padre expondría blandamente ante mí.<br />
—Y siempre está el Cuerpo de la Paz —recalcó,<br />
completamente fuera del asunto.<br />
—¿Señor? —pregunté, no muy seguro de ha-<br />
llarme frente a una afirmación o una interro-<br />
gación.<br />
—Pienso que el Cuerpo de la Paz es una gran<br />
cosa ¿no te parece? —dijo.<br />
—Bueno —contesté—, realmente es mejor que<br />
un Cuerpo de Guerra.<br />
Ambos estábamos confundidos. Yo no sabía<br />
qué quería decir él y viceversa. ¿Sería por el<br />
tema? ¿Discutiríamos ahora las noticias de actua-