LOS TIGRES DE MALASIA - Liberbooks
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15<br />
Los «tigres» de Malasia<br />
—Y sabremos la causa de la sublevación.<br />
—¡Oh! —exclamó Yáñez, que en aquel momento había<br />
vuelto la cabeza en dirección al río—. Hay alguien allí que,<br />
según parece, pretende acercarse.<br />
Una canoa de pequeño tamaño y con una vela solamente<br />
acababa de aparecer por detrás de las islas que<br />
obstruían la desembocadura del río y avanzaba hacia la<br />
proa del Marianne.<br />
Iba tripulada por un solo hombre, pero se encontraba<br />
todavía tan distante que resultaba casi imposible ver si se<br />
trataba de un malayo a un dayaco.<br />
—¿Quién será? —díjose a sí mismo Yáñez, que continuaba<br />
contemplando la embarcación—. Fíjate, Sambigliong:<br />
¿no crees que no se halla decidido sobre la forma en que<br />
debe maniobrar? En este momento avanza en dirección a<br />
los islotes; ahora se aleja, marchando hacia las escolleras<br />
de coral.<br />
—Cualquiera supondría que pretende engañar a alguien<br />
en lo que se refiere a su derrotero, ¿no es así, señor Yáñez?<br />
—contestó Sambigliong—. ¿Estarán vigilándole tal vez<br />
y pretenderá, efectivamente, engañar a alguien?<br />
—Opino lo mismo —repuso el europeo—. Tráeme mi catalejo<br />
y ordena que carguen un proyectil en una bombarda.<br />
Procuraremos auxiliar en la maniobra a ese hombre,<br />
que indudablemente intenta reunirse con nosotros.<br />
Un instante más tarde enfocaba el catalejo en dirección<br />
a la canoa, que todavía se hallaba a unas dos millas y que<br />
acabó abandonando la zona de las pequeñas islas, avanzando<br />
decididamente hacia el Marianne.<br />
De súbito Yáñez lanzó una exclamación:<br />
—¡Tangusa!