LOS TIGRES DE MALASIA - Liberbooks
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19<br />
Los «tigres» de Malasia<br />
En tanto que los marineros cumplían aquellas órdenes,<br />
la pequeña embarcación realizó la última bordada, arrimándose<br />
al costado de estribor de la nave.<br />
—¡Sube de prisa! —exclamó Yáñez.<br />
El factor de Tremal-Naik amarró la canoa a una cuerda<br />
que le habían echado, amainó la vela, trepó con cierta<br />
dificultad por la escala y se presentó en la toldilla.<br />
Una exclamación de estupor y espanto se le escapó al<br />
portugués. El cuerpo de aquel desgraciado se encontraba<br />
acribillado como por efecto de una descarga de infinidad<br />
de perdigones y de algunas de sus heridas todavía goteaba<br />
la sangre.<br />
—¡Voto a Júpiter! —barbotó Yáñez, con un estremecimiento—.<br />
¿Quién te ha dejado de esta manera, mi pobre<br />
Tangusa?<br />
—Han sido las hormigas blancas, señor Yáñez —repuso<br />
el malayo, con débil voz, mientras hacía una terrible<br />
mueca de dolor.<br />
—¡Las hormigas blancas! —exclamó el portugués—.<br />
¿Quién te ha puesto sobre el cuerpo semejantes insectos,<br />
que siempre están ansiosos por comer?<br />
—Han sido los dayacos, señor Yáñez.<br />
—¡Ah, canallas! Marcha a la enfermería y que te curen<br />
las heridas; luego hablaremos. Ahora explícame únicamente<br />
si Tremal-Naik y su hija Damna se encuentran en<br />
peligro.<br />
—El patrón ha reunido un reducido cuerpo de malayos<br />
y pretende oponerse a los dayacos.<br />
—De acuerdo; ve con Kibatang, que sabe curar heridas,<br />
y después envíame aviso, pobre Tangusa. Ahora he de<br />
hacer otra cosa.