LOS TIGRES DE MALASIA - Liberbooks

II
El peregrino de La Meca
A unque el velero por fuera era un hermoso barco
que nada tenía que envidiar a los mejores
yates de su tiempo, por dentro, sobre todo en el camarote
de popa, resultaba realmente lujoso.
Especialmente el salón central, que se utilizaba como
comedor y sala, estaba amueblado con estanterías para
libros, mesa y sillas talladas con incrustaciones de nácar
y oro, alfombras persas en el suelo, tapices hindúes en los
tabiques y cortinas rosas de seda con listas de plata, que
servían para tapar la luz de las ventanillas.
Suspendida del techo había una lámpara de gran tamaño
que semejaba de Venecia, y entre tapices y más tapices
se distinguían magníficas colecciones de armas.
Tumbado en un diván de negro terciopelo, envuelto
en vendas por todo el cuerpo y tapado con una manta de
lana, se encontraba el factor de Tremal-Naik, al cual le
habían sido curadas las heridas y se encontraba ya bastante
recuperado gracias al estimulante que bebió.
—¿Ya no tienes dolores, mi bravo Tangusa? —inquirió
Yáñez.
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