Libro del cementerio, El - Roca Junior
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el libro <strong>del</strong> <strong>cementerio</strong><br />
Silas negó con la cabeza, pero no dijo nada. Los señores<br />
Owens no tuvieron ocasión de aprender a leer con<br />
fluidez cuando estaban vivos y, además, en el <strong>cementerio</strong><br />
no había cartillas de lectura.<br />
A la noche siguiente, Silas se presentó en la acogedora<br />
tumba de los Owens con tres libros de gran tamaño<br />
—dos cartillas de lectura con las letras impresas en colores<br />
muy vivos (A de Árbol, B de Barco) y un ejemplar de<br />
<strong>El</strong> gato Garabato. También llevaba papel y un estuche<br />
con lápices de colores. Y con todo ese material, se llevó a<br />
Nad a dar un paseo por el <strong>cementerio</strong>. De vez en cuando,<br />
se agachaban junto a alguna de las lápidas más nuevas, y<br />
Silas colocaba los dedos de Nad sobre las inscripciones<br />
grabadas en la piedra y le enseñaba a reconocer las letras<br />
<strong>del</strong> alfabeto, empezando por la puntiaguda A mayúscula.<br />
Luego le impuso una tarea: localizar todas y cada una<br />
de las letras que componen el alfabeto en las lápidas <strong>del</strong><br />
<strong>cementerio</strong>. Y Nad, muy contento, logró completarla<br />
gracias al descubrimiento de la lápida de Ezekiel Ulmsley,<br />
situada sobre un nicho en uno de los laterales de la<br />
vieja capilla. Su tutor quedó muy satisfecho.<br />
Todos los días Nad cogía el papel y los lápices y paseaba<br />
entre las tumbas, copiando con esmero los nombres,<br />
palabras y números grabados en las lápidas y, por las noches,<br />
antes de que Silas abandonara el <strong>cementerio</strong>, le pedía<br />
a su tutor que le explicara el significado de lo que había<br />
escrito, y le hacía traducir los fragmentos en latín,<br />
pues los Owens tampoco los entendían.<br />
Aquél era un día de primavera muy soleado; los abejorros<br />
zumbaban entre las aulagas y los jacintos silvestres<br />
que crecían en un rincón <strong>del</strong> <strong>cementerio</strong>, mientras<br />
Nad, tumbado en la hierba, observaba las idas y venidas<br />
de un escarabajo que correteaba por la lápida de George<br />
Reeder, su esposa Dorcas y su hijo Sebastian, (Fi<strong>del</strong>is ad<br />
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