Libro del cementerio, El - Roca Junior
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52<br />
neil gaiman<br />
—¿Qué hombre? Yo no veo más hombre que el tipo<br />
ese de los tatuajes.<br />
Y entonces, como si quisiera asegurarse de que los niños<br />
se daban cuenta de que estaba allí, el Hombre Índigo<br />
echó hacia atrás la cabeza y profirió una serie de gritos y<br />
quiebros tan terroríficos, que Scarlett apretó la mano de<br />
Nad hasta clavarle las uñas.<br />
Nad, sin embargo, ya no estaba asustado.<br />
—Me arrepiento de haber dicho que eran imaginarios<br />
—aseguró Scarlett—. Ahora sí creo en ellos; son reales.<br />
A todo esto el Hombre Índigo levantó los brazos sosteniendo<br />
algo en las manos; parecía una piedra plana y<br />
muy afilada.<br />
—¡Todos los que invadan este lugar morirán! —gritó<br />
con su extraña voz gutural.<br />
Nad recordó al hombre cuyos cabellos se le volvieron<br />
blancos después de entrar en la cueva, y que nunca quiso<br />
volver allí ni hablar de lo que había visto.<br />
—No —dijo Nad—, creo que tenías razón. Me parece<br />
que éste sí lo es.<br />
—¿Es qué?<br />
—Imaginario.<br />
—No digas tonterías —dijo Scarlett—. Lo estoy<br />
viendo.<br />
—Justo —afirmó Nad—, pero resulta que tú no puedes<br />
ver a los muertos. —Echó un vistazo alrededor y dijo<br />
en voz alta—: Ya puedes dejar este jueguecito. Sabemos<br />
que no eres real.<br />
—¡Te voy a comer el hígado! —aulló el Hombre Índigo.<br />
—¡No, tú no te vas a comer nada! —exclamó Scarlett<br />
con un aspaviento—. Nad tiene razón. —Y volviéndose<br />
hacia el niño, le dijo—: Estoy pensando que a lo mejor es<br />
un espantapájaros.