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Libro del cementerio, El - Roca Junior

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54<br />

neil gaiman<br />

—Somos el sanguinario. Custodiamos y protegemos.<br />

—¿Y qué es lo que protegéis?<br />

—<strong>El</strong> lugar donde descansa el amo. Éste es el más<br />

sagrado de todos los lugares sagrados, y el sanguinario<br />

lo guarda.<br />

—No podéis tocarnos —dijo Nad—. Lo único que<br />

sois capaces de hacer es asustar.<br />

Las voces sonaban muy malhumoradas:<br />

—<strong>El</strong> miedo es una de las armas <strong>del</strong> sanguinario.<br />

—¿Acaso ese viejo broche, una copa y un pequeño<br />

puñal de piedra son los tesoros de tu amo? —preguntó<br />

Nad mirando hacia la repisa—. No tienen muy buen aspecto<br />

que digamos.<br />

—<strong>El</strong> sanguinario guarda los tesoros: el broche,<br />

el cáliz y el puñal. Nos los guardamos hasta que el<br />

amo retorne. Porque retorna, siempre retorna.<br />

—¿Cuántos sois?<br />

Pero el Sanguinario no respondió. Nad tenía la sensación<br />

de que su cerebro estaba lleno de telarañas, así que<br />

meneó la cabeza con fuerza para intentar despejarse.<br />

Luego apretó la mano de Scarlett.<br />

—Deberíamos irnos —le dijo.<br />

La condujo hasta la escalera, sorteando el cadáver <strong>del</strong><br />

abrigo marrón, y al reparar en él pensó: «Francamente, si<br />

este hombre no se hubiera asustado ni caído por la escalera,<br />

se habría decepcionado mucho al descubrir que aquí<br />

no había ningún tesoro.» Los tesoros de hace diez mil<br />

años no eran como los de hoy en día. <strong>El</strong> niño guio a Scarlett<br />

con mucho cuidado para que no tropezara al subir la<br />

escalera y, por fin, llegaron a la salida, en el mausoleo de<br />

Frobisher.<br />

<strong>El</strong> sol de finales de primavera se colaba por entre los<br />

barrotes de la verja y las grietas de las paredes, y ante

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