Fortificaciones en Iberoamérica [PDF] - Fundación Iberdrola

La idea de configurar una base científica en las decisiones de fortificación aparece ya en el texto
de Tartaglia (1546), donde articula las resultantes formales con la capacidad ofensiva de la artillería.
Con una visión moderna, Tartaglia visualizó que la carrera armamentista iba a ir generando un
raudo proceso de transformaciones y que la ciudad fortificada iba a requerir para su defensa una tarea
de manejo del territorio inmediato, algo que desarrollaría con notable inteligencia el francés Sébastien
Le Prestre de Vauban un siglo más tarde. Otro tratadista importante italiano fue Francesco De Marchi,
cuyo tratado Della architettura militare fue enviado manuscrito a Felipe II y se conserva en la
Biblioteca Nacional de Madrid. De Marchi ingresa en las propuestas de castramentación basadas en
las antiguas experiencias romanas, tema que también será abordado por el ingeniero italiano al servicio
de España Bautista Antonelli en un manuscrito de 1560 que se conserva inédito en Madrid.
Durante el imperio de Carlos V los ingenieros italianos trabajaron en las fortificaciones de
diversos países de Europa y, así, veremos a tratadistas como Il Castriotto realizar obras en Francia, a
Francesco Pacciotto en los Países Bajos, a Lorini en Flandes y a Floriani en Alemania y Austria. En
España el italiano Tiburcio Spanoqui y la familia de los Antonelli tendrían un papel decisivo en la
arquitectura militar del siglo XVI en la Península Ibérica y en América. Entre los tratadistas italianos
que se ocupan preferentemente de la arquitectura pero abordan el tema militar cabe señalar la
obra de Pietro Cattaneo (1554).
Junto a los italianos, pero ya a comienzos del siglo XVII, podemos encontrar una importante
escuela de fortificación en Holanda, sustentada por los tratados de Samuel Marolois, Matthias Dögen,
Adam Freytag y el barón Coehoorn y por una práctica fundamentada en sus características territoriales,
que les obligó a estudiar mecanismos de fosos prolongados, estacadas, diques, escarpas y contraescarpas
para potenciar territorios ganados al mar que requerían defensas eficaces en manos de
pocos soldados. La tarea de fortificar sobre agua fue uno de los puntos importantes que también debieron
utilizar los españoles en sus instalaciones portuarias, particularmente en Cádiz y en Orán (África),
de donde pasarían a América muchos ingenieros entrenados en este tipo de murallas y bastiones
sobre el agua. También los ingenieros portugueses recibieron una fuerte influencia de los teóricos
holandeses de fortificación.
En Flandes se organizaría a fines del siglo XVII la Academia de Fortificación, que el ejército
español estructuraría a cargo de Sebastián Fernández de Medrano, un prolífico tratadista que trató
de integrar compendiadamente y con carácter pedagógico los desarrollos teóricos de los dos primeros
siglos de la fortificación abaluartada.
Los franceses, por su parte, tuvieron tratadistas importantes, como De Ville y Pagan a
comienzos del siglo XVII, quienes desplegarían los aportes holandeses con un trabajo centrado
[ 18 ]
Pieter Snayers, Socorro
de la plaza de Lérida, ca. 1650
(Madrid, Museo Nacional del
Prado, inv. 1746). Las campañas
para los sitios de las ciudades
implican toda una estrategia
de escalonamiento de defensas
y ataques, que incluyen el cerco,
los avances sesgados y las
acciones de zapadores
y colocadores de minas