Fortificaciones en Iberoamérica [PDF] - Fundación Iberdrola

constelación de caminos y redes de comunicación internas que posibilitaban la concentración y
transporte de las riquezas generadas en cada una de las demarcaciones virreinales. El perfeccionamiento
de las fortificaciones era uno de los temas importantes, pero no exclusivo, de esta visión
más abarcante. Crame no podría llevar adelante su propio plan, pues fallecería en 1780 cuando
ejercía el cargo de gobernador de Cuba.
Si en la experiencia de la conquista el español utilizó la magnífica red de las calzadas incaicas
en el Perú, en cambio en México, como en Panamá, debió generar caminos de largos recorridos
que permitieran el transporte de los avíos hasta los puntos de almacenamiento. Muy tempranamente,
a mediados del siglo XVI, ya había constituido una preocupación asegurar el traslado de la plata
hasta el puerto de Veracruz. Los caminos de Querétaro y Guadalajara a Zacatecas o los grandes
acueductos como los de Zempoala indican la enorme gravitación que tuvieron estas obras públicas,
sin olvidar los trabajos de desecamiento y control de la laguna Texcoco en la propia ciudad de
México. Los ingenieros ocupaban realmente en este proceso un papel protagonista y su voz era crecientemente
escuchada para tomar las decisiones.
Crame también analizó el refuerzo de las fortificaciones que permitían los accesos fluviales
sobre las áreas de asentamientos urbanos. Las bocas del río San Juan y la región de Omoa en Honduras,
la zona de Bacalar en Yucatán, la laguna de Términos o Perote son puntos de referencia de
esta nueva manera de controlar no solamente el espacio marítimo sino también los accesos profundos
al territorio.
Su estrategia defensiva era muy clara y estaba centrada en el objetivo de demorar sustancialmente
las posibilidades de ataque del enemigo. Planteaba así la necesidad de «embarazar» su desembarco,
disputarle el terreno paso a paso, obligarlo a sufrir los rigores del clima y a dar tiempo a
la acumulación de fuerzas propias. Para ello Crame pensaba en aplicar los mecanismos de las fortificaciones
externas con baterías, reductos, trincheras, revellines y casamatas, que generaran obstáculos
permanentes. Cada plaza fuerte debería tener un plan de ataques escalonados y de repliegues
claramente formulado y de carácter secreto, para ser aplicado en caso de ataques. El programa
de Crame implicaba también un relevamiento preciso de la artillería, pólvora, cureñas, personal
especializado para repararlas y tropas y equipamientos para las defensas, es decir, una planificación
minuciosa de recursos humanos, técnicos y económicos.
Las obras de fortificación de la segunda mitad del siglo XVIII están signadas por la consolidación
defensiva de aquellos puntos fuertes de la antigua red caribeña, con las adiciones de los emplazamientos
más complejos dentro de los antiguos «castillos» o la integración de nuevos elementos a
defender como los astilleros (La Habana, Guayaquil, Nayarit), que habían sido fomentados por el
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Manuel de Santiesteban,
Plano de un fuerte propuesto
nuevamente en el pueblo de
Perote, 1770 (Sevilla, AGI, MP,
México, 254). La fortificación
abaluartada siguió durante
el siglo XVIII perfeccionando
las proporciones de las cortinas
y baluartes, adecuándolos
a las exigencias de la artillería
y la táctica de los sitios