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Óscar Bribián • Alejandro Carneiro • Alberto García-Teresa ...

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<strong>Alejandro</strong> González Gómez<br />

103<br />

Invierno en Europa<br />

Luis y su amor por los datos, por la ingeniería en concreto, por lo que él<br />

llamaba servicios urbanos. Ese toque obsesivo que al principio le había parecido<br />

gracioso, y fascinante cuando supo que le habían diagnosticado un trastorno<br />

general del desarrollo, una forma de autismo; una romántica inadaptación,<br />

una excentricidad. Tal vez ese exotismo hubiera influido en la atracción<br />

que casi inmediatamente sintió por él. Pero la realidad había demostrado ser<br />

más simple y dura: Luis, sencillamente, no podía evitar memorizar y hablar<br />

de sus intereses, incluso a destiempo, en cualquier momento, con una intensidad<br />

que llegaba a exasperar. Conocía los nombres de todas las estaciones,<br />

de todos los enlaces y sus horarios; era un apasionado de la morfología de<br />

la ciudad y de los cambios que había sufrido en las últimas décadas, nuevas<br />

plazas, edificios y reforestaciones de avenidas. Después de tanto tiempo oyéndole<br />

repetir valores de potencias, frecuencias y tolerancias, caminaba por la<br />

ciudad con una percepción distinta de la que había tenido antes, como si Luis<br />

hubiese marcado cada cosa con su toque de conocimiento técnico. Veinte lux<br />

en estaciones. La pulida superficie de la piedra sintética se extendía brillante<br />

hasta el inicio de los peldaños, que ascendían mortecinos hacia el exterior.<br />

Intentó imaginarse cómo habría sido aquella estación en el pasado, repleta<br />

de fluorescentes, halógenos e incluso lámparas de incandescencia inundando<br />

cada rincón, con escaleras mecánicas que fluían continuamente hacia arriba<br />

con orgullo tecnológico. Una época disoluta y barroca, un ambiente cálido y<br />

asfixiante que contrastaba con la luz eficiente y fría del silicio. La austeridad<br />

de los reflectantes y diodos que balizaban el camino a aquellas horas permitía<br />

distinguir sin dificultad las escaleras, emerger a una calle apaciblemente en<br />

calma, amplia y acogedora gracias a los árboles introducidos en la línea de<br />

asfalto. Antiguamente esa zona había servido de aparcamiento para cientos<br />

de vehículos individuales, hoy apenas dos docenas se recogían bajo la protección<br />

de las hojas de los abetos. ¿Era posible? Intentó, una vez más, visualizar<br />

cientos de rugientes monoplazas emitiendo olores, ruido y luz salvajemente.<br />

La imagen ejercía sobre ella una fascinación similar a la que le suscitaban las<br />

tres-dé históricas ambientadas en el decadente Imperio Romano. ¿Realmente<br />

había existido un tiempo no lejano en el que cualquiera que tuviese unos pocos<br />

euros podía adquirir combustible fósil para consumo propio?

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