Óscar Bribián • Alejandro Carneiro • Alberto García-Teresa ...

David Soriano
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IWTB
La piscina, o mejor, la imponente laguna polihídrica con que contaba
el hotel, se hallaba situada al pie de la suave pendiente cóncava que describía
la fachada, de la cual emergían los balcones como cajones abiertos de una
gigantesca cómoda de estilo retro. Al contrario que las terrazas, la piscina
rebosaba de animación. Eran casi las once y el sol caía a plomo, por lo que la
clientela empezaba a condensarse en la zona de baños. Otros, no muchos, se
habían atrevido a cruzar el umbral transcrónico que unía el recinto del hotel
con la playa y se solazaban en la arena del Mediterráneo diecisietesco o en sus
impolutas aguas.
Ximénez subvocalizó la orden correspondiente y empezó a filmar todo
lo que se ponía ante sus ojos. No había que pasar por alto nada que pudiera
resultar de interés para su próxima contribución a la revista IWTB. Las ideas
iban brotando en su mente a la vez que, a través de los implas retinales, las
imágenes fluían hacia su lugar de almacenamiento en Omninet. Ideas que Ximénez
verbalizaba y anexaba a las tomas visuales, anotaciones a vuelapluma
que más tarde servirían de germen para la crónica escrita.
—Centros vacacionales de la cadena Kronotel, paradigmas del éxito
alcanzado por nuestra tecnificada sociedad, éxito ilusorio... Santuarios o
templos consagrados a las diosas ciencia y tecnología, símbolos de la prepotencia,
vacuidad, que caracterizan a nuestra época, a sus habitantes... Ociosos
opulentos, pueriles, se divierten con alborozo en la zona de baños del hotel...
Faraónico estanque artificial rodeado de frondosa vegetación, falso vergel,
falso jardín de las delicias... Parecen felices, ufanos, muy seguros de la inviolabilidad
de su bienestar... Seguridad que confiere el haber nacido en el
siglo veinticuatro, en un mundo de implantes inforgánicos, salubrizadores
ambientales, medicina nanobótica... Productos..., tecnologías..., ¡algodones!...
Algodones tecnológicos entre los que nos criamos, nos malcriamos, y de los
que tanto depende nuestra vida.
»Lo natural, lo auténtico, lo virgen sigue ejerciendo sobre nosotros una
atracción irresistible... La llamada de nuestro yo primigenio, atávico, espiritual...
Gente que paga una fortuna por la posibilidad de contemplar con sus
ojos una época científica y tecnológicamente incorrupta... Las energías naturales
fluían libremente, los seres humanos eran aún receptivos a su acción.