Óscar Bribián • Alejandro Carneiro • Alberto García-Teresa ...

Editorial
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Artifex 04-05
compleméntese con el reajuste editorial de Bibliópolis / Alamut y el exótico
sentido de plan editorial de Gigamesh, y el panorama resultante no podrá ser
más desolador, si uno lo analiza de manera superficial.
Sin embargo, dirán los más confiados del lugar, existen ciertos motivos
para ser optimistas. En tiempos de crisis, las grandes editoriales se retraen y
ceden terreno a las editoriales pequeñas y especializadas, que gestionan mejor
sus recursos, toman decisiones en función de factores fundamentalmente
editoriales, conocen mejor el mercado al que se dirigen (al provenir sus
responsables del ámbito de su afición) y tienen un suelo de ventas bastante
elevado, ya que cuentan con un público muy fiel que prefiere, en última
instancia, primar la calidad y el conocimiento de causa. Está por ver si la crisis
que nos azota respeta ese orden de cosas o arrastra también a las pequeñas
editoriales. En todo caso, resulta difícil creer que un nicho editorial dirigido
sobre todo a un grupo de edad al que la crisis está machacando sin piedad (y
cuyo retrato robot sería el de varones de treinta a cincuenta años —justo los
que no reciben ningún tipo de incentivo si se quedan en el paro— con una
hipoteca de riesgo, estudios superiores y residentes en núcleos urbanos) esté
hoy en día en condiciones de discriminar en función de los elementos que hasta
ayer mismo favorecían a las pequeñas editoriales especializadas frente a los
grandes grupos editoriales. No es por ser agorero, pero parece que el modelo
está llegando a su fin, si no lo ha hecho ya.
Pese a todo lo dicho, y por paradójico que resulte, las crisis pueden ser
beneficiosas para el consumo de bienes culturales. Tomemos como ejemplo los
años de la Transición. Si bien es cierto que la coyuntura era diferente de la actual
y eso hace imposible extrapolar (el factor decisivo fue la apertura cultural que
acompañó a la democratización subsiguiente a la muerte del dictador Franco),
pocas veces hemos tenido unos niveles de desempleo tan elevados como a
finales de la década de 1970, y poquísimas veces se ha producido un boom
editorial semejante al de aquellos años. Fueron años de crisis, pero también
de lecturas, muchas y provechosas. Cierto es que aún no se había impuesto la
mercantilización del negocio, los libros tenían unos precios asequibles y, sobre
todo, la sociedad de entonces parecía notablemente más inquieta que la actual.