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Óscar Bribián • Alejandro Carneiro • Alberto García-Teresa ...

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José Ramón Vázquez<br />

328<br />

Amplitud de improbabilidad<br />

cuatro escaleras con ocho pisos cada en las que hay seis apartamentos por<br />

cada uno de sus dos descansillos. Demasiada gente a quien no conocen,<br />

empezando por el que vive por la puerta de al lado, ese perfecto extraño con<br />

quien deben compartir una mortificante conversación sobre trivialidades<br />

cada vez que coinciden durante tres interminables minutos en el ascensor.<br />

Ascensores que, por cierto, son demasiado fáciles de alterar para alguien<br />

con el poder de mi enemigo.<br />

Subo las escaleras siguiendo un patrón de Fibonacci —uno, uno, dos,<br />

tres, cinco— que describe una dinámica defensiva impenetrable para las<br />

posibles trampas y detectores que pudiera haber sembrado mi enemigo<br />

hasta llegar a las mismas puertas de su guarida. El descansillo puede parecer<br />

la quintaesencia de lo aburrido para un ciego, pero el poder que emana<br />

una de sus puertas es tan fuerte que tengo que contenerme al máximo para<br />

no vomitar en la entrada del hogar de la familia Pérez Toraño. Las fórmulas<br />

de protección del apartamento E son tan poderosas que hacen que romper<br />

el séptimo sello sea tan fácil como cortar un trozo de papel higiénico. He<br />

juzgado a mi rival demasiado a la ligera.<br />

Tratar de violar la integridad de aquel muro es una tarea titánica, tal<br />

vez computable, pero en un tiempo mayor que la misma edad del universo.<br />

No, no es ésa la forma de introducirse en el cubil de la bestia. Musitando<br />

una oración a Heisenberg y Schrödinger descolapso la función de onda de<br />

cada uno de los protones, neutrones y electrones que me componen, trastocando<br />

su amplitud de probabilidad hasta hacer máximo la posición y el<br />

momento de todas y cada una de ellas detrás de la puerta. Sólo entonces<br />

recolapso, y traspaso la impenetrable barrera por efecto túnel.<br />

La luz tiene una tonalidad extraña a este lado, como si la longitud de<br />

onda de los fotones se alterara y hasta la sacrosanta velocidad de la luz en el<br />

vacío fuese menor en esta dimensión de la realidad. Los espacios se doblan y<br />

se curvan, y hacen que en un paso me sienta un liliputiense, y al siguiente los<br />

objetos me parezcan grotescamente pequeños, propios de la vivienda de un<br />

pigmeo. Con un escalofrío imagino el triste destino de la pobre vecinita del<br />

quinto que una vez bajó en ropa cómoda pero increíblemente sexy a pedir un<br />

pellizco de sal y fue olvidada por siempre jamás por el mundo exterior.

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