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MARU Y EL GUARDA LOCO<br />

- Si no fuera porque necesito el dinero iba a estar yo aquí –<br />

Y con esos pensamientos y escuchando Kiss F.M. en la 100.3 se dirigió al<br />

este de la finca pasando por el campo de polo. Los caminos estaban embarrados,<br />

y él no quería mas sorpresas esa mañana, por lo que no se aventuró mucho, no<br />

era cuestión de que un tractor tuviese que sacarle del barro el primer día de<br />

servicio.<br />

Después de tener que dar marcha atrás en algún que otro camino, y<br />

posiblemente pasar dos veces por el mismo sitio (nunca tuvo mucha<br />

orientación). Tuvo un compañero cuando estaba destinado de Guardia Civil en<br />

Carmona (Sevilla), que le dijo una noche:<br />

- Francisco, si fueses Urraca ibas a tener un nido en cada olivo –<br />

Por lo que conociéndose, no se complicó mucho en indagar caminos y<br />

regresó a las cancelas.<br />

Hacia las 9.30 horas de la mañana, comenzó otro desfile de personal en su<br />

mayoría femenino. Él saludaba muy educadamente y murmuraba:<br />

- Vaya pinta que debo tener –<br />

Era un hombre alto 1.79, delgado, pelo negro con algunas canas y no muy<br />

mal tipo, pero él lo decía por el uniforme, y sobre todo al estar desarmado,<br />

estaba acostumbrado a llevar metralleta y pistola y ahora se sentía desnudo.<br />

Deambuló como pudo por aquí y por allá, y buscó un sitio donde comerse<br />

el bocadillo de atún. Estaba en ello cuando vio acercarse a dos jinetes. Lió el<br />

bocadillo y lo escondió, y después de mirarse en el espejo retrovisor por si tenía<br />

la boca manchada, esperó para ver quienes eran los caballistas. Al llegar a su<br />

altura comprobó que se trataba de la misma muchacha de pelo castaño casi rubio<br />

que les saludó ayer cuando Ramón le enseñaba la finca, y seguramente el mismo<br />

acompañante. Después de los buenos días reglamentarios, siguió algún<br />

comentario sobre el mal tiempo.<br />

- ¿Hay mucho barro por ahí? –<br />

Preguntó el muchacho con aspecto sudamericano.<br />

- Bastante –<br />

Contestó Francisco.<br />

- Con este no te quedarás atascado ¿no? –<br />

Preguntó el sudamericano.<br />

- No te creas, los que no se quedan son los caballos ¿no? –<br />

Dijo Francisco.<br />

- Estos seguro que no. –<br />

Contestó el chaval mientras ella sonreía rebosando frescura y simpatía.<br />

Continuaron su camino, y no volvió a verlos en todo el día.<br />

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