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MARU Y EL GUARDA LOCO<br />
supone que como el césped estuvo estos días empapado, por eso no la vio antes<br />
allí.<br />
Cabalgaba la muchacha persiguiendo y golpeando la pelotita con tanta<br />
furia, que al golpearla se le escapaba un chillido o gemido, que para Francisco<br />
no había canto de pájaro alguno que lo igualase.<br />
Al desprenderse del anorak se quedó con un niki de manga corta, verde,<br />
que realzaba el talle y los pequeños pechos, estos en un vaivén continuo por el<br />
trote del caballo. Pero si no fuese bastante bonita ya la estampa, ella en un gesto<br />
femenino y pensó Francisco que generoso, se quitó la gomilla del pelo<br />
quedándose suelto y ondeando al sol como un precioso sembrado de espigas<br />
rubias movidas por el viento.<br />
Ella sabía que el guarda la estaba mirando, pero ignorándole continuó su<br />
galopada tras la pelota, y gemía al golpearla con una sensualidad, que habrá<br />
hecho dudar al propio Jesucristo de su voto de castidad.<br />
.......... o O o ...........<br />
Sólo iba un día a la semana a la Finca, casi siempre los viernes, el resto de<br />
la semana prestaba servicio en el Polígono Navisa, ya que Ramón seguía siendo<br />
el guarda de la Finca y Francisco le sustituía el día libre, aunque estaba<br />
pendiente de que Ramón pasara definitivamente al taller de neumáticos que se<br />
jefe estaba montando.<br />
De vez en cuando veía la caballista y a su acompañante que él pensó que<br />
sería su novio o su marido, les veía ejercitando a los caballos, con tal habilidad<br />
que ella montando uno al galope, llevaba tres mas en cada mano todos<br />
galopando y ella dirigiéndolos sólo con las piernas.<br />
- Eso es como todo.....la práctica –<br />
Pensó Francisco mirándola embobado.<br />
Una tarde al anochecer, cuando encendía las luces, vio a los dos<br />
caballistas en la cuadra de polo limpiando y refrescando los caballos, cerca de él<br />
estaba el carretero, que era el que conducía carruajes con hermosos caballos<br />
españoles.<br />
- Y esos, ¿no se van nunca? –<br />
Le preguntó.<br />
- Están hasta tarde, como viven aquí –<br />
Le contestó el carretero.<br />
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