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MARU Y EL GUARDA LOCO<br />

- Pues son iguales, no sé por qué no abre –<br />

Y ella con su eventual y pequeñísima tartamudez, (que no era<br />

tartamudez), si no que cuando quería decir varias cosas a la vez se engatillaba un<br />

poco, lo cual le parecía a Francisco que la hacía más tierna y simpática, y<br />

cuando miraba algo fijamente fruncía la frente y cerraba algo los ojos como para<br />

verlo mejor. Le pasaba también cuando pelaba la crin de las yeguas. Le gustaba<br />

a Francisco verla con la máquina de pelar, sobre todo cuando se quedaba fija<br />

mirando si el corte estaba bien. Se le ponía la frente pequeña y cerraba un poco<br />

los ojos, a lo que él aprovechaba para mirarla embobado aún con el riesgo de<br />

que ella le sorprendiera. Decía:<br />

- Bueno, estoo..., ya..., pediré..., pediré..., otra, ¿sabes?, sí,.. bueno... –<br />

Era una dulce chiquilla con cuerpo de mujer, porque debía medir 1.70, y<br />

aunque era de brazos delgados, se le veía fortaleza en sus piernas. Una<br />

muchacha alta, bien hecha y que a veces parecía una niña y otras veces<br />

aparentaba mucha más edad. Era dulce pero también tenía mal genio, creía<br />

Francisco que eran dos personalidades en una sola mujer, pero a él le gustaba en<br />

sus dos facetas, era tierna y dulce en una, y atractiva e interesante en la otra.<br />

Salió para Dos Hermanas, y Francisco la esperó en la cancela, no sabía el<br />

tiempo que tardaría en volver, pero la esperó pacientemente, y más o menos a la<br />

hora la vio llegar. Le abrió y cuando ella pasaba le hizo señas para que parara.<br />

- Hemos sido tontos, Maru, te podías haber llevado mi llave y haber sacado<br />

copia. –<br />

Dijo Francisco con su llave en la mano.<br />

- Ya..., yo también lo pensé... pero... ya iba lejos y .... –<br />

Decía ella inclinada en su asiento.<br />

- Es que el español piensa bien, pero tarde –<br />

Dijo Francisco apenado por su torpeza.<br />

- Bueno, si sales otra vez te la llevas y sacas dos copias, una para ti y otra<br />

para mí, porque ésta, está doblada y cualquier día se parte, además yo<br />

quiero tener una en mi coche, por si algún día se me olvida recogerla por la<br />

mañana. –<br />

Dijo Francisco intentando alargar la conversación, porque si por él fuera<br />

estaría todo el día a su lado.<br />

- Bueno... hasta luego... –<br />

Se despidió Maru sin mucha prisa.<br />

Otro día de conversación fue precisamente en la casita de cuento, que si<br />

antes le gustaba a Francisco, después de conocer a su moradora se pueden<br />

imaginar.<br />

Fue un día que ella se disponía a echar de comer a su bóxer, y él, que<br />

estaba en el patio la vio y se acercó. Ella sacó un plato hasta arriba de carne para<br />

perros, y se lo puso en el callejón justo en el recodo que daba a su casita.<br />

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