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MARU Y EL GUARDA LOCO<br />
Que torpeza, ¡madre!. Parecía un parvulito en su primer día de colegio (le<br />
faltaba la vela de moco).<br />
Siguió callado mirando como trabajaba Maru, hasta que ella volvió a<br />
levantar la mirada mientras lavaba las patas de la yegua y dijo:<br />
- Creo que está en la casa –<br />
- No, si no es importante –<br />
Balbuceó Francisco.<br />
Siguió mirando y Maru habló otra vez:<br />
- Llégate a la casa que creo que está allí –<br />
Esta vez casi enfadada. Se notó su incomodidad ante la presencia de una<br />
mujer que no conocía.<br />
Ya, reaccionando un poquito (no mucho), Francisco empezó a enseñarle<br />
la cuadra a su mujer, y estando en ello entró Maru para amarrar una de las<br />
yeguas, salió, volvió a entrar con otra (todo por delante de ellos), y cuando pasó<br />
al menos seis veces y terminó de amarrar la última. Se atrevió Francisco a<br />
decirle tras varios intentos:<br />
- Te voy a presentar a mi mujer –<br />
- Mira, Elvira mi mujer –<br />
Y dirigiéndose a su mujer le dijo:<br />
- Laura, la caballista de la finca. –<br />
No se atrevió a presentársela como Maru y le dijo su segundo nombre.<br />
Se besaron las dos casi por compromiso, y Maru continuó su trabajo sin<br />
dirigirle la palabra a ninguno. (Creo que solo le dijo un ¡hola! muy bajito a<br />
Elvira al besarla).<br />
La cosa no pintaba nada bien, así que esperando un arreglo, se quedó<br />
Francisco en el patinillo empedrado entre la cuadra y el guadarnés donde varias<br />
veces estuvo sentado con Maru, y como esperando una propina permaneció allí<br />
esperando que ella saliese de la cuadra, (a todo esto su mujer permanecía a su<br />
lado sin decir ni pío), menos mal que llegó Chato y empezaron los dos a jugar<br />
con él.<br />
Pasaron un par de minutos y apareció Maru en la puerta de la cuadra.<br />
Miraba a Elvira de arriba abajo, y miró a Francisco también en la misma<br />
dirección. Fue cuando se percató éste del tipejo que llevaba, ya que iba vestido<br />
con un pantalón gris de trabajo que se ponía para trabajar en su patio y estar por<br />
casa, y unos zapatos muy viejos, que también los tenía para andar de arreglos<br />
por casa, todo ello acompañado de la peor de sus camisas también bastante<br />
usada.<br />
- Vaya tipo de viejo guarro que debo tener –<br />
Pensó el pobre.<br />
Su mujer iba de mejor ver con un pantalón vaquero ajustado y una camisa<br />
también ajustada que le hacía muy buen tipo. En realidad Elvira aparentaba<br />
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