RELIGION DE LOS ESPIRITUS - Federación Espírita Española
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Religión de los Espíritus Emmanuel<br />
90<br />
Alabanza de Navidad<br />
Reunión pública del 18/12/59<br />
Cuestión nº 1.017<br />
¡Señor Jesús!<br />
Cuando viniste al mundo, numerosos conquistadores habían pasado, cimentando<br />
reinos de piedra con sangre y lágrimas.<br />
En la retaguardia de los carros de oro y púrpura en que ostentaban la<br />
victoria, se extendían como rastros de la muerte la degradación y el pillaje, la<br />
maldición del suelo envilecido y el llanto de las víctimas indefensas.<br />
Se levantaban, poderosos, en palacios fortificados y hacían leyes de<br />
soga y cuchillo, para ser, justo después, olvidados en el rol de los verdugos de<br />
la Humanidad.<br />
Sin embargo, Señor, naciste entre pajas y permaneciste recordado para<br />
siempre.<br />
Nadie sabe hasta hoy cuáles habían sido los tratantes de animales que<br />
te ofrecieron agujereada manta como lecho simple, y se ignora quién fue el benefactor<br />
que te apartó de la incomodidad del establo hacia el clima del hogar.<br />
Creciste sin pedir nada que no fuese el culto a la verdadera fraternidad.<br />
Elegiste aldeas anónimas como marco de tu palabra sublime... Buscaste<br />
para compañeros de tu obra a hombres rudos, cuyas manos callosas no les favorecían<br />
los vuelos del pensamiento. Y conversaste con la multitud, sin propaganda<br />
condicionada.<br />
¡Sin embargo, nadie conoce el nombre de los niños que sentaron en tus<br />
rodillas amigas, ni de las madres fatigadas a quien te dirigiste en la vía pública!<br />
La historia, que homenajeaba a Julio César, discutía a Horacio, enaltecía<br />
a Tiberio, comentaba a Virgilio y admiraba a Mecenas, no quiso conocerte en<br />
persona, al lado de tu revelación, mas el pueblo conservó tu presencia divina y<br />
los personajes de tu epopeya se llaman “El ciego Bartimeo”, «el hombre de mano<br />
seca», «el siervo del centurión», «el mancebo rico», «la mujer cananea», «el<br />
tartamudo de Decápolis», «la suegra de Pedro», «Lázaro, el hermano de Marta<br />
y María»...<br />
Aún así, Señor, sin finanzas y sin cobertura política, sin asesores y sin<br />
armas venciste los siglos y estás ante nosotros, tan vivo hoy como ayer, llamando<br />
a nuestro espíritu al amor y a la humildad que ejemplificaste, para que<br />
surjan, en la Tierra, sin disensión y sin violencia, el trabajo y la riqueza, la tranquilidad<br />
y la alegría, como bendición de todos.<br />
Es por ello que, emocionados, recordando tu pesebre, repetimos en plegaria:<br />
— ¡Salve, Cristo! ¡Los que aspiran a conquistar desde ahora, en sí mismos,<br />
la luz de tu reino y la fuerza de tu paz, te glorifican y te saludan!...<br />
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