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Dos Pactos

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en consecuencia, toda la posición comercial de la persona, como<br />

también su participación en la vida pública, estaba todo en juego,<br />

ya que el ser miembro acarreaba la necesidad de sentarse “a la<br />

mesa en un lugar de ídolos” (1 Co. 8.10). Aun las compras diarias<br />

en el mercado podían presentar un problema al cristiano<br />

responsable en Corinto. Como mucha de la carne disponible iba<br />

del templo, por mano de sus funcionarios, a los carniceros para ser<br />

puesta en venta, se presentaba la siguiente cuestión: ¿Podía<br />

comprar dicha carne el ama de casa cristiana, carne que provenía<br />

de animales sacrificados y que, en consecuencia, seguramente<br />

estaban libres de defectos, y que bien podía ser la de mejor calidad<br />

en el mercado? Además, había banquetes gratuitos en el templo,<br />

una verdadera oportunidad para los pobres. Si de 1 Co. 1.26<br />

inferimos que algunos de los miembros de la iglesia corintia<br />

pertenecían a las clases más necesitadas, se trataba de una cuestión<br />

práctica determinar si estaban en libertad de concurrir a dichos<br />

banquetes.<br />

II. Reacciones diferentes:<br />

Las opiniones de la iglesia estaban sumamente divididas. Un<br />

grupo, en nombre de la libertad cristiana (6.12; 10.23; cf. 8.9), y<br />

sobre la base de un supuesto nivel superior de conocimiento<br />

(, 8.1–2), no veía nada de malo en aceptar una invitación a<br />

una comida cúltica, y no encontraban razón alguna por la cual no<br />

se pudiera comprar y comer alimentos que habían sido<br />

previamente dedicados en el templo.<br />

La justificación de esta actitud de sincretismo religioso era que,<br />

primero, la comida en el templo no era más que una reunión<br />

social. Opinaban que no tenía ninguna significación religiosa. En<br />

segundo lugar, parecería que opinaban que de todos modos los<br />

dioses paganos eran inexistentes. “Un ídolo nada es en el mundo,<br />

y no hay más que un Dios”, era el argumento que presentaban en<br />

su defensa (8.4; citado probablemente de la propia carta de los<br />

corintios a Pablo).<br />

Por otra parte, el grupo “débil” (8.9; cf. Ro. 15.1) veía la<br />

situación de manera diferente. Al aborrecer aun la más leve<br />

sospecha de idolatría, pensaban que los demonios que se<br />

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