INCRESCENDO 2(2) - Revista Peruana
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nar acerca de la muerte, preguntándole a la manera de Sócrates, el mayéutico:<br />
“¿Tú crees que estoy loco?” (p.46), a lo cual aquel prefiere el silencio ante la<br />
aparición de la media abuela Guillermina reclamándole a gritos porqué se había<br />
olvidado de comprarle en la botica una pastilla para el dolor de muela. Tampoco<br />
podemos descartar la inclusión del relato de carácter mítico-realista Camino de<br />
la mala muerte, donde se recuerda el suceso que da nombre a éste: el asesinato<br />
nunca esclarecido de una tal Rosita, a manos de su enamorado, con quien se<br />
estaba fugando en una noche de año nuevo, siendo perseguidos por su padre:<br />
“Fue un solo disparo que quedó en los tímpanos de mucha gente” (p.30), empero,<br />
el narrador está llevando en su caballo a un desconocido quien podría ser<br />
perfectamente “el supuesto victimario” (p.31) de aquella muchacha.<br />
Líneas arriba dijimos que los argumentos contenidos en La historia del<br />
supuesto medio hermano de mi media abuela se ubican en un “pueblo no identificado”,<br />
a lo cual debemos agregar “remoto”, acaso puramente “imaginativo”,<br />
graficando así los escasos elementos que aporta Tamay Marín en nuestro intento<br />
por establecer un puente entre el escenario y un espacio, digamos, “real”, concreto,<br />
solo sabemos: “Eran otros tiempos. La población iba en aumento y no se contaba<br />
con un mercado adecuado, una plaza terminada, una iglesia o un cine” (p.57).<br />
A esto se aúna el relato titulado Imagen de una virgen donde se narra: “Un tal cura<br />
Sabino y su monaguillo de nombre Marcelo, fueron los primeros españoles que<br />
llegaron al pueblo” (p.23) trayéndola, sirviendo de marco para instalar el folklore,<br />
la leyenda, la tradición, lo pintoresco y lo mítico, ingredientes indispensables<br />
como naturales de los pueblos lejanos, a donde quizás no ha arribado todavía lo que<br />
bien o mal denominamos civilización. Se ofician misas, se celebran matrimonios,<br />
hay regocijo por la fe, más todavía cuando la imagen aparece fuera de la iglesia y<br />
llorando, se manda hacer una enorme cadena de oro para “asegurarla”; luego se<br />
descubre que todo fue una patraña de aquellos y de La mocha, más orientada por la<br />
cuestión tanática, con algo de la sátira proveniente de Jonathan Swift, expresada a<br />
través de un personaje llamado Oso quien, “fácil superaba en tragar a dos puercos<br />
juntos” (p.36), acto donde culmina accidentándose, embadurnándose de excremento<br />
y, el giro nuevamente sorpresivo en la historia, la media abuela Guillermina,<br />
mientras cavaba otro silo, encuentra la mitad de un esqueleto, cuya alma<br />
comienza asustando a todos, menos a ella.<br />
Sin escapar de lo configurado en este libro, a nuestro entender, el más<br />
memorable de cuantos a la fecha lleva escritos, Enrique Tamay, siendo cultor<br />
de la microficción –no por simple casualidad o el detestable amiguismo que<br />
tanto daño le hace y le ha hecho a la literatura, resultó seleccionado en el volu-<br />
458 /<br />
Gustavo Tapia Reyes<br />
IN CRES. 2(2) 2011