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El Pastor como consejero -Pablo Hoff - Inicio

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EL PASTOR COMO CONSEJERO<br />

<strong>El</strong> marido de Carol falleció en una tragedia y la viuda sufria intensamente.<br />

En aquel entonces, ella no estaba preparada para enfrentarse con la pérdida de<br />

su esposo y no tenía una relación firme ni con Dios ni con la iglesia.<br />

Pasados diez meses, Carol vino para hablar conmigo. Se sentó al entrar a mi<br />

oficina. Estaba inquieta, y repentinamente me dijo que esperaba familia.<br />

Expresó sus sentimientos: se avergonzaba, pues sus aventuras secretas ya<br />

estaban saliendo a la luz. Estaba resentida por el hecho de que ella, una mujer<br />

tan joven y con tres hijitos, hubiera quedado desprovista de su marido. Se compadecía<br />

de sí misma y sentía una carga de culpa. Había tratado de satisfacer el<br />

anhelo de ser querida y de tener compañía masculina. Resultó que quedó embarazada<br />

y se amargó.<br />

La escuché y la asesoré en varias entrevistas, pero ella vacilaba semana tras<br />

semana, deseando cumplir con Dios ya la vez satisfacer sus necesidades sicológicas.<br />

Su punto de vista con respecto a la vida era bastante superficial, y su superficialidad<br />

se revelaba en que se decepcionaba a sí misma. Cuando se solucionaban<br />

sus problemas superficiales, tendía a volver a su vieja manera de vivir.<br />

Por fin descubrió las cosas más profundas de la fe. Acudió a Cristo y experimentó<br />

el milagro de su amor redentor. Aunque fue restaurada paulatinamente,<br />

un día tuve el privilegio de ver un brillo espiritual en su rostro. Habíamos<br />

concluido la entrevista. Oramos y ella continuó orando en la presencia de Dios.<br />

Había experimentado la gracia perdonadora y el poder purificador de Cristo,<br />

aquel poder que vence las debilidades de la carne.<br />

Esa experiencia con Carol me convenció de que los principios de asesoramiento<br />

son válidos. <strong>El</strong> primer principio es escuchar, escuchar y escuchar.<br />

He descubierto que la mayoria de la gente ya tiene la solución; y necesita que<br />

la apoyen y le den ánimo para poner por obra sus planes. En segundo lugar,<br />

observé que los temores de Carol solo podrian salir a la superficie cuando ella<br />

se diera cuenta de que yo no la juzgaba por su conducta. Sólo podía sacar a la<br />

luz la basura emocional que le causaba ansiedad y culpa cuando yo escuchaba<br />

con comprensión. En tercer lugar aprendí que yo no debía exagerar el papel de<br />

<strong>consejero</strong>. Me costaba no ofrecerle una solución ya fabricada. En cuarto lugar,<br />

esa experiencia me hizo darme cuenta de que todas las personas pueden experimentar<br />

el momento radiante en que entra el amor de Dios. Esto calienta el<br />

corazón y transforma la vida.<br />

Los principios de asesoramiento son <strong>como</strong> llaves doradas que abren los candados y<br />

dejan salir de sus prisiones a las personas que tienen problemas. Considerémoslos:<br />

l. Ganar la confianza de la persona: <strong>El</strong> primer paso para llevar a cabo el proceso<br />

de aconsejar, es establecer una relación de confianza mutua entre el pastor-<strong>consejero</strong> y<br />

el aconsejado. Ambos tienen que sentirse cómodos el uno con el otro. No se logra esta<br />

relación si el asesor trata con condescendencia al asesorado. La actitud de: «Pobrecito,<br />

¿en qué puedo servirte?», da a entender al aconsejado que el pastor se considera a sí<br />

mismo superior a él.<br />

Es preciso que el pastor respete a la persona y la trate <strong>como</strong> igual. Le conviene darse<br />

cuenta de que cada ser humano fue creado a la imagen divina, y tiene gran dignidad.<br />

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