Memorias de un loco y otros textos de juventud Gustave ... - Ataun

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-Vida de Monseñor Cuisse, 8 vol. inacabada A pesar de estos trabajos que publicaba sin interrupción, Cruchard habría permanecido desconocido si una circunstancia extraordinaria no le hubiera llamado a un escenario más amplio. La favorita de un gran príncipe reinaba entonces en Francia, y para liberar de ella a su Señor, un ministro hábil, profundo político (perfectamente informado por *** —se comprenderá el escrúpulo que nos impide decir su nombre) tuvo la idea de llamar al Padre Cruchard a París, a fin de proponérselo como director a esta persona ilustre. Un ambiente tan nuevo no asombró a Cruchard. En medio de las pompas de Versalles conservó aquel viril sosiego que llevaba en el campo y pronto consiguió ser aceptado en la corte por su carácter simpático y su trato agradable –de tal modo que encontrándose en una comida en casa del Sr. Duque de Laroche-Guyon, se comió él solo una pava con tres gazapos, y Monseñor de Chavignolles
(el mismo cuyo sobrino tuvo un fin tan trágico en las galeras de Malta y que, aunque era un gran hombre de guerra, no vivía más que de productos lácteos) se asustó de su apetito y exclamó: “¡Padre Cruchard, usted es el primer teólogo del mundo y el primer tenedor del Reino!” Seis meses después, la favorita había abandonado la corte y, como Luisa de la Misericordia 16, se preparaba a edificar el mundo por sus virtudes después de haberlo afligido por sus faltas. Desde entonces, todas las grandes damas suspiraban por tener por director al Padre Cruchard. Muchas de esas ilustres mundanas no le dejaban, por así decirlo en todo el día. Altezas le reclamaban a cada minuto. Para que acudiese más pronto, Madame de Lavillac le enviaba su silla y Mlle. de Brichauteau confesaba que no podía cenar sin él. Sin embargo, Cruchard se reservaba más particularmente para 16 Nombre adoptado por Mademoiselle Vallière cuando ingresó en la orden del Carmelo
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Obra reproducida sin responsabilida
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MEMORIAS DE UN LOCO Mémoires d’u
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por que habéis abierto las miserab
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deseo hacer inscribir en mis botas,
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pensamiento de bufón que llora, pe
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si hubiera en él una tempestad, es
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desconocen, donde no hay mundos, ni
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Hombre que quiere comprender lo que
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Y, seguidamente, me dirás si no es
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poesía, que me sentía superior a
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Cuando niño soñaba en el amor; de
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permanecía horas enteras, con la c
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desprendía una luminosidad blanca
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se agrandaba y desaparecían los c
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estremecer a este corazón de hombr
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VI Si calumniaban mi carácter y mi
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La tierra se secará a causa de los
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Entonces, el mar sin diques se romp
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circula, el vino mana, el desenfren
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huyendo empujadas las unas por las
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abruma; los unos lo echan antes de
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Había una cabra paciendo, y cuando
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mi alma, de tanto que la ha hecho s
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que resplandecía al sol, completam
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—Por haber recogido mi capa; ¿no
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oce de su andar, mi corazón latía
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de voluptuosidad. No fue hasta más
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grotescamente acoplados entre rugid
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puesto mis labios, mis dientes la h
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entreveradas con suspiros y aspirac
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XIII ¿Cómo describir con palabras
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anticipaba a ellas con una alegría
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envolventes, sus palabras de amor;
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¡Cuánto he pensado en ello desde
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soñar. Toda esta vanidad infantil
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con su bastón, y cuando cada uno t
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complacía en ella, era una gracia
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a desatarla, me dijo: gracias, con
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prados reverdecientes; por casualid
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hecho lo que yo a los quince años,
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que os llama a través de los crist
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que es quizás degeneró en amor, a
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estudiantes en su casa, va a los ba
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XVII Yo me preguntaba si aquéllas
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corazón me creaba. No, nunca podr
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se separaban débilmente las rodill
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Yo quisiera lo bello en el infinito
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vivimos ahora y esta inmensidad nos
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oasis, y no ve más que el desierto
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considerarlo todo bajo un punto de
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odea, según este término de coope
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hacia este sol que has invocado tan
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largo tiempo combatido por dos sent
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podría tener nada de bajo, ni de v
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sin dejar más huellas tuyas de las
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XXI Volví allí dos años más tar
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mentido en todo lo que os he dicho;
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En otra ocasión, volví a caballo
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tierra que cada pasión socava, rem
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Mi alma vuela hacia la eternidad y
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PASION Y VIRTUD Passion et vertu; c
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hombre avanza hacia una mujer, la m
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No es pues un Lovelace, como se hab
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marido, reprimiendo todos los deseo
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una sonrisa, una mirada, un alarido
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Se le soltó un mechón de cabellos
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del corazón?, ¿estas convulsiones
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olita y la echó al fuego; el papel
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La cogió del brazo y la hizo senta
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Esta había vuelto a su casa, con e
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en los salones y que los jóvenes a
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fueran a romperse las olas, a confu
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¡Oh!, ¡quién pudiera saber cuán
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indiferencia y de tu tibieza, lo at
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libros como el barniz del librero y
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Su marido se hallaba de viaje por A
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que la huella de su paso. Una hierb
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desgreñada a merced del viento que
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abrigo rojo, que colgaba de la port
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multitud que se precipitaba en los
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días que nos envejecen como años,
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¡Pobre Mazza! ¡Tanto amor, coraz
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apasionadas. Y luego uno se pregunt
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tempestad, en él que quizás se pe
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paseaba gravemente por la playa pú
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un manto negro, descendió al patio
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VII Vivió así vahos meses, sola,
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muerte, de las lágrimas y de los p
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Page 185 and 186: IX Se levantó, enjugó sus lágrim
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