José Manuel Trabado Cabado - Intersexiones
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Jose <strong>Manuel</strong> <strong>Trabado</strong> <strong>Cabado</strong><br />
viñeta con la cara infantil posee en cierto modo una doble esencia en su primera<br />
aparición (p. 19): actúa como un retrato de la figura de su hijo y posee una función<br />
referencial directa, por un lado, y, por otro, funciona como una metonimia al<br />
ser interpretado como un dibujo realizado por su hijo. En este caso su referencia<br />
es indirecta y despliega un potencial simbólico que se intercala en la narración al<br />
margen de la lógica argumental. Con todo, no agota aquí su valor simbólico sino<br />
que en las posteriores apariciones amplía su abanico semántico. En la página 44-<br />
45 [Figura 2] se observa una nueva adquisición simbólica que va enriqueciendo el<br />
contenido de la imagen representada. En este caso la gramática gráfico-narrativa<br />
urde un haz de relaciones de extremada densidad en el que conviene detenerse un<br />
momento. Tras enterarse Quinn de lo que había hecho Peter Stillman con su hijo<br />
-aislarlo del mundo para estudiar la posibilidad de un lenguaje original que fuera<br />
el lenguaje de la divinidad- comienza a pensar en los relatos de niños abandonados<br />
a lo largo de la historia que le acabarán recordando, como no podía ser de<br />
otra manera, la muerte de su propio hijo. Se genera así un periplo por el cual su<br />
pensamiento establece conexiones entre el trato al que sometió Peter Stillman a<br />
su hijo, las historias de niños salvajes y la desaparición de su propio hijo. Salvar a<br />
Peter Stillman hijo de las atrocidades y venganza de su padre le supone una oportunidad<br />
de salvar vicariamente y de forma también simbólica a su propio hijo.<br />
Conviene ahora examinar cómo se articula gráficamente todo este proceso. En<br />
esas dos páginas se crea lo que en términos cinematográficos podría denominarse<br />
montaje alterno. Por un lado, se representa el deambular de Quinn por las calles<br />
de la ciudad y, por otro y a modo de contrapunto, aparecen sucesivos retratos que<br />
van desde el retrato de Peter Stillman hijo, pasando por la representación de niños<br />
salvajes abandonados para recalar de nuevo en la figura de Peter Stillman hijo a<br />
la que sigue sin solución de continuidad lo que parece una foto del hijo del protagonista<br />
y el dibujo de la cara infantil ya utilizada anteriormente. Se generan así<br />
una duplicidad de modos de representación: uno objetivo-narrativo que muestra<br />
a Quinn en las calles centrado en una temporalidad concreta y otro subjetivosimbólico<br />
por el que se recuperan las asociaciones mentales de personajes que<br />
desdibujan sus referencias temporales y acuden no a una lógica narrativa sino<br />
a una conexión de índole emocional. La síntesis de ese código icónico-realista<br />
y simbólico-emocional está perfectamente calculada en la página 45 donde se<br />
ofrece una transición que permita llegar a un punto de encuentro. Dentro del<br />
código icónico-realista que ofrece el paseo por las calles de Quinn se resalta en<br />
primerísimo plano un semáforo. Algo tomado de esa realidad externa adquiere<br />
progresivamente un valor simbólico emocional cuando acompañando al semáforo<br />
aparecen las palabras: “Quinn quería estar allí para impedírselo”. El semáforo,<br />
señal que detiene a la circulación se convierte ahora en un objeto investido de<br />
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