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José Manuel Trabado Cabado - Intersexiones

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Jose <strong>Manuel</strong> <strong>Trabado</strong> <strong>Cabado</strong><br />

observa cómo el paisaje urbano que se puede ver desde la ventana de Quinn<br />

se descompone a través de una simplificación esquematizadora del dibujo para<br />

derivar en la construcción visual de un laberinto; ese laberinto también sufrirá<br />

un proceso de metamorfosis visual que, adoptando la forma de un zoom que<br />

se aleja, convierte el laberinto en una huella que se encuentra en el cristal de la<br />

venta de Quinn. En ese breve viaje nos vemos trasladados de un nivel realista a<br />

un terreno simbólico para regresar otra vez a la realidad. El desmontaje visual de<br />

la realidad consigue imágenes simbólicas que, desmontadas a su vez, nos devuelven<br />

a la realidad. Ese laberinto representa también la ciudad, una ciudad que se<br />

recorre como un vagabundo, sin motivo aparente, porque Quinn quería huir de sí<br />

mismo. De algún modo se trata de convertir la ciudad en un “no-lugar”: “Todos<br />

los lugares se volvían iguales y, en sus mejores paseos, era capaz de sentir que<br />

no estaba en ningún sitio. Era todo cuanto pedía” (p. 16). El laberinto, pensado<br />

como símbolo en el que cristalizar la búsqueda de uno mismo, también puede ser<br />

referido como espacio para la destrucción, la pérdida de esa identidad. Curiosamente<br />

la asociación ciudad-laberinto-huella digital busca desde una secuencia<br />

visual de imágenes ahondar en esas asociaciones conceptuales que, en el plano<br />

gráfico, hacen emerger lo que podría denominarse una serie de metáforas visuales<br />

que sirven para conectar dos realidades muy dispares. A diferencia de las metáforas<br />

puramente textuales, la secuencialidad del cómic permite no sólo mostrar<br />

un puente conceptual o emocional entre dos realidades sino ofrecer también el<br />

proceso de cómo se construye paulatinamente esa conexión. Ello redunda en una<br />

mayor legibilidad y una comprensión más fácil, pues lo abrupto de la metáfora se<br />

diluye en pos de una narración del proceso metamórfico.<br />

Este proceso vuelve a recuperarse en las páginas 96-97, momento en el<br />

que Quinn advierte a Virginia, su clienta, que ha perdido la pista de Peter Stillman<br />

padre. De la huella del cristal de Quinn se pasa de nuevo a un laberinto que<br />

conduce a un pasillo sin salida. Los procedimientos visuales son prácticamente<br />

idénticos pero el valor semántico varía con respecto a la primera aparición ya que<br />

se inscribe en un momento narrativo diferente. Esa pérdida de la pista anticipa<br />

lo que será la resolución narrativa. Se inicia el desvanecimiento del mundo conocido<br />

para Quinn. El sentido de las cosas también acabará por irse dispersando.<br />

La fórmula de lo detectivesco salta por los aires desde el momento en que el<br />

detective se ve destruido en su poder comprensivo de las cosas, las palabras y<br />

la realidad. No sabe cómo es el mundo y comienza, entonces, su desorientación.<br />

Ese arranque, en el aspecto gráfico, de la huella digital para llegar hasta<br />

un laberinto sin salida de alguna forma alude a esa pérdida de identidad (huella<br />

digital) de personaje que juega de detective pero que será incapaz de comprender<br />

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