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Richard Leakey - Nuestros Origenes - Fieras, alimañas y sabandijas

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de comportamiento, una gama más amplia de opciones —y por lo tanto de<br />

responsabilidad— que cualquier otra especie. Buena parte de los conflictos en el<br />

mundo se deben, en última instancia, al materialismo y a la desavenencia cultural, no<br />

a nuestra naturaleza biológica. Cuando hay posesiones propias que defender y ajenas<br />

que codiciar, pueden encontrarse ventajas materiales en un conflicto militar; de ello no<br />

hay duda. La historia lo ha demostrado repetidas veces. Pero no existe ningún<br />

demonio interior que nos fuerce inexorablemente a luchar unos contra otros, como<br />

creían Lorenz y Dart. Tenemos opciones, y responsabilidades.<br />

Por lo que se refiere al ámbito científico sobre todo, en Origins hay una serie de<br />

ideas e interpretaciones antropológicas que se han demostrado equivocadas. Como no<br />

se cansan de repetir los filósofos, aunque nosotros seguimos empeñados en<br />

descubrirlo por vías mucho más intrincadas, la ciencia es experimental, y provisional:<br />

las percepciones de hoy acaban siendo reemplazadas por otras nuevas. Y así seguirán<br />

las cosas en el futuro, porque ese es el camino del progreso científico. Pero también<br />

confío en que quince años de experiencia me hayan ayudado a ser menos proclive que<br />

antes a defender de forma dogmática mis conclusiones, a insistir en que lo que<br />

creemos saber ahora es la Verdad. La verdad absoluta es como un espejismo: tiende a<br />

desaparecer cuando más te acercas a ella. Una de las lecciones más importantes para<br />

mí de estos años es que, por mucho que se busquen apasionadamente ciertas<br />

respuestas, algunas, como el espejismo, quedarán para siempre fuera de mi alcance.<br />

La superación de algunas de las ideas e interpretaciones que aparecían en Origins<br />

se debe, evidentemente, al descubrimiento de nuevos fósiles, algunos por mí, otros<br />

por mis colegas. Los últimos quince años han sido enormemente productivos por lo<br />

que a descubrimientos se refiere, casi siempre inesperados. En 1968 empecé a<br />

explorar los vastos depósitos de arenisca de la margen oriental del lago Turkana. Tuve<br />

la inmensa suerte de realizar descubrimientos que me catapultaron a la clase de fama<br />

de que disfrutó mi padre, cosa que me produjo cierta satisfacción, lo admito. Solía<br />

mirar fijamente las aguas de color verde-jade del lago Turkana pensando en los<br />

secretos que guardaban los sedimentos de su margen occidental.<br />

Pero mis planes para explorar aquella zona se vieron truncados por varios<br />

acontecimientos, entre ellos el bloqueo total de mis riñones en 1979. Una infección<br />

viral relativamente sencilla acaecida diez años antes había afectado a mis riñones y<br />

desencadenado un lento proceso de deterioro. Mi médico me vaticinó que un día mis<br />

riñones dejarían de funcionar, y que posiblemente moriría joven. Decidí que lo único<br />

que podía hacer era sacármelo de la cabeza, no prestar atención al asunto, y no<br />

decírselo a nadie. Pero finalmente la inexorable patología me alcanzó, y luché contra<br />

sus efectos, contra todo cuanto me alejara de lo que yo tanto deseaba hacer. En julio<br />

de 1979, en las fases finales del fallo renal —el característico frío profundo y glacial,<br />

las náuseas, la fatiga mental— volé con Meave, mi esposa, a Londres para someterme<br />

a un tratamiento. Abandoné Kenia llorando en silencio, pensando que tal vez nunca<br />

más volvería a ver mi hogar, mis amigos, mi familia. Me preguntaba si volvería a ver el<br />

lago Turkana para descubrir lo que me constaba que escondía en sus profundidades.<br />

Tuve suerte. Un trasplante de mi hermano menor, Philip, me dio una segunda vida.<br />

Sintiendo que los años que tenía por delante, los que fueran, eran años de más, inicié<br />

la exploración de la margen occidental del lago. La espera había valido la pena, como<br />

luego contaré. En nuestra primera tentativa hicimos notables descubrimientos, unos<br />

técnicamente asombrosos, otros emocionantes.<br />

En estos años se producían otros cambios en la paleoantropología, unos basados en<br />

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