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Richard Leakey - Nuestros Origenes - Fieras, alimañas y sabandijas

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esultado de ingerir excesiva vitamina A. Los médicos se quedaron boquiabiertos al<br />

saber que el hueso que estaban contemplando tenía un millón y medio de años.<br />

Dijeron que resultaba imposible distinguirlo de casos clínicos actuales. La<br />

hipervitaminosis A puede desarrollarse si un individuo ingiere enormes cantidades o<br />

bien de verduras ricas en esa vitamina, como zanahorias o, lo más probable, de hígado<br />

crudo de carnívoro, la fuente de vitamina A más rica que se conoce.<br />

Además de un deseo fatal de comer hígado de carnívoro, 1808 era alta, un metro<br />

ochenta, en la medida en que es posible determinar su altura a partir de unos restos<br />

tan destrozados. No es mera coincidencia que los dos individuos Homo erectus cuya<br />

altura es posible estimar fueran altos. Ahora podíamos decir que, inesperadamente,<br />

habíamos dado con una especie excepcionalmente alta.<br />

Pero nuestra sorpresa sería aún mayor ante la reacción de nuestros colegas cuando,<br />

meses más tarde, anunciamos el descubrimiento del joven y dijimos que «era un joven<br />

corpulento y esbelto, lo cual es sorprendente... Homo erectus fue claramente más alto<br />

de lo que habíamos imaginado». «Pero esto ya lo sabíamos», fue la respuesta<br />

unánime, incluido Don Johanson. «Tenemos fragmentos de China y de Java que<br />

sugieren que estos individuos alcanzaban el metro ochenta de altura —comentó<br />

Johanson al New York Times—. No creo que en este aspecto el descubrimiento sea tan<br />

original.» Al leer sus declaraciones, Alan se puso a reír, sacó un ejemplar de Lucy, y<br />

envió una copia de la cita sobre el hockey al periodista del Times que había escrito el<br />

artículo.<br />

Estoy convencido de que la reacción ante nuestra afirmación relativa a la altura del<br />

joven turkana significa que las ideas de la gente al respecto eran tan vagas que era<br />

fácil creer lo que parecía ser verdad en aquellos años. A medida que iban<br />

descubriéndose más huesos del esqueleto del joven, todas las dudas sobre la estatura<br />

de Homo erectus se disiparon. Los fósiles de Java y de China citados por Don habían<br />

sido descubiertos años atrás, así que no podía referirse a nuevas evidencias al afirmar<br />

que Homo erectus era alto. Se estaba basando en antiguos datos, pero con una nueva<br />

perspectiva, claramente influenciada por el esqueleto del joven turkana.<br />

Como el periodo de excavaciones estaba tocando a su fin (por muchas razones, entre<br />

ellas la financiera), nos vimos obligados a planificar detalladamente nuestros próximos<br />

pasos. «<strong>Richard</strong> y yo miramos la planta del yacimiento después de comer y decidimos<br />

que si el resto del esqueleto estaba allí, se hallaría disperso en un área bastante<br />

amplia —escribió Alan la noche del 19 de septiembre, tres días antes de nuestra<br />

partida—. Por consiguiente, tendremos que excavar toda la ladera.»<br />

No era una perspectiva demasiado agradable. Aunque nos hubiera encantado dar con<br />

las piezas que faltaban —huesos del brazo, algunos dientes, pero sobre todo con los<br />

huesos de las manos y los pies—, sabíamos que podíamos perder mucho tiempo y<br />

dinero para al final no encontrar nada. Nos temíamos que los frágiles huesos de pies y<br />

manos podían haber sido pisoteados y arrastrados hasta el antiguo bancal, cerca de<br />

donde había estado el espino, allí donde la superficie del suelo estaba sufriendo los<br />

efectos de la erosión por la acción del pequeño torrente de agua. «Perdidos para<br />

siempre como arena arrastrada por la corriente hacia el Nariokotome», así describió<br />

Alan el probable destino de aquellos huesos.<br />

«Todos estamos algo tristes —escribí en mi diario el día antes de levantar el<br />

campamento—. Teníamos grandes expectativas, pero por muy poco se nos ha<br />

escapado un esqueleto completo.» Dos semanas más tarde, en Nairobi, nuestra<br />

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