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Richard Leakey - Nuestros Origenes - Fieras, alimañas y sabandijas

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el yacimiento de Kamoya. Louise, de doce años, dos más que su hermana, estaba muy<br />

emocionada; iba a aprender a conducir un Land Rover. Samira convino en ayudar en<br />

diversas tareas de la excavación, pero sólo si prometíamos empaparla regularmente<br />

con agua para mantenerla fresca. Ese era el trato.<br />

Mientras estuve fuera del Nariokotome, Alan había estado trabajando con el material<br />

recuperado en nuestra prospección inicial. «Vi que sería más fácil lavando todo el<br />

material —recuerda—, porque debido al polvillo tan fino, todo —la piedra, los fósiles—<br />

parecían del mismo color, negro. Pero una vez lavados, los fragmentos fósiles<br />

destacaban muy claramente. Eran de un hermoso color marrón caoba.» Alan habilitó<br />

provisionalmente la ducha del campamento para la tarea, y acarreó el material cribado<br />

hasta ella para lavarlo y seleccionarlo. La utilización de la ducha del campamento iba a<br />

ser una medida temporal hasta determinar la cantidad de material que había que<br />

lavar. En el caso de que la operación tomara excesiva envergadura, tendríamos que<br />

transportar todo el montaje hasta el lago.<br />

Alan había empezado asimismo a intentar reensamblar la docena de fragmentos<br />

craneanos que habíamos encontrado. Se necesita una habilidad especial para<br />

recomponer este rompecabezas tridimensional. Las piezas tienen formas muy<br />

variopintas y extrañas, y no siempre es seguro que encajen unas con otras, porque<br />

faltan varias partes del rompecabezas. La reconstrucción exige una cierta familiaridad<br />

con la anatomía, evidentemente, pero sobre todo un sentido espacial altamente<br />

desarrollado. Alan lo tiene, y también Meave. El talento de Alan también se expresa a<br />

través de la escultura, un talento que he constatado en muchos buenos anatomistas. Y<br />

Meave tiene un evidente don espacial desde que era niña. Le encantaban los<br />

rompecabezas, pero como los encontraba demasiado fáciles, daba la vuelta a las<br />

piezas, con el dibujo debajo, y así los resolvía.<br />

Alan y Meave solían trabajar juntos durante las expediciones al lago Turkana,<br />

escudriñando fósiles fragmentados de diferentes tipos, reconstruyendo lentamente<br />

piezas dispersas de anatomía. «Puedes pasarte horas intentando casar unos<br />

fragmentos con otros —dice Meave—, y en un momento dado tienes que marcharte,<br />

hacer otra cosa, dejar que otro lo intente. Luego, cuando vuelves, pareces saber<br />

exactamente qué es lo que tienes que buscar, como si tu cabeza hubiera seguido<br />

trabajando en tu ausencia. Es extraordinario.» Alan había estado pegando piezas del<br />

rompecabezas del Homo erectus antes de la llegada de Meave. «A las seis de la tarde<br />

casi todas las piezas que tenemos se han encajado —anotó Alan en su diario—. El<br />

parietal izquierdo está casi completo, el derecho algo menos, y el frontal izquierdo va<br />

desde la línea media y hasta casi la sutura parietoccipital.» En otras palabras, la parte<br />

superior del cráneo, hacia la frente, estaba empezando a tomar forma, si bien había<br />

todavía muchos huecos en el rompecabezas. Pero aunque no encontráramos nada<br />

más, podíamos darnos por satisfechos con lo que teníamos. «Podemos montarlo en la<br />

arena, y empezará a parecer un verdadero cráneo», escribió Alan aquella noche.<br />

En la mañana del 29 salimos temprano en dirección al yacimiento de Kamoya, unos<br />

detrás de otros. No es frecuente que una excavación esté sólo a 300 metros de la<br />

mesa de desayuno, y tiene sus ventajas. Cuando llegamos, David Brill ya había<br />

sondeado el terreno, comprobado la luz, y todo estaba listo para hacer las fotos.<br />

Empezó el trabajo, y pronto nos vimos recompensados. «Empezamos excavando el<br />

estrato de grava y encontramos muchos fragmentos, entre otros> los cigomáticos<br />

[huesos de la mejilla], el otro temporal, etc. Y otros muchos fragmentos identificables<br />

—anotó Alan—. A la hora de comer ya teníamos una bandeja casi llena.» A la sombra<br />

del campamento, Alan y Meave se ocupaban de ir pegando los fragmentos, que cada<br />

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