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Cómo mejorar su autoestima, por Nathaniel Branden

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eso; al principio me re<strong>su</strong>ltó difícil, pero cuando lo logré la terapia empezó a <strong>su</strong>rtir efecto." Recordé que en<br />

una de nuestras primeras sesiones el hombre había observado:<br />

"MI padre le hablaría a cualquier ayudante de cocina con más cortesía que la que jamás ha<br />

empleado conmigo".<br />

Cuando un paciente describe <strong>su</strong>s sentimientos de miedo, dolor o ira, no lo ayudo si le respondo:<br />

"¡Oh, no debería sentir eso!" Un terapeuta no es un animador. Es muy valioso (para cualquier tipo de<br />

paciente) expresar los propios sentimientos sin tener que hacer frente a críticas, condenas, burlas o<br />

sermones. A menudo el proceso de expresión es ya intrínsecamente reparador. Un terapeuta que se<br />

siente incómodo cuando un paciente expresa sentimientos intensos necesita trabajar consigo mismo.<br />

Saber escuchar con serenidad y comprensión es algo básico en las artes curativas. También es básico<br />

para la auténtica amistad, y para el amor.<br />

Compárese esta actitud con la de aquellos amigos que, cuando alguien Intenta comunicarles<br />

emociones intensas, lo Interrumpen para darle un sermón, o una serie de consejos, o cambian de tema<br />

directamente; como si esos amigos no tuvieran confianza en nadie, ni siquiera en si mismos.<br />

Considero que una de mis principales tareas como terapeuta es crear un contexto en el que las<br />

personas que vienen a mí puedan expresar <strong>su</strong>s pensamientos y opiniones sin miedo al ridículo o al<br />

reproche. Pero es claro que una política semejante no debería quedar reducida a los psicoterapeutas. Si<br />

está usted de acuerdo en que no gana nada consiguiendo que la gente tenga miedo de hablar en <strong>su</strong><br />

presencia, pregúntese si ha logrado crear o no un contexto abierto. Una de las experiencias que muchas<br />

personas esperan tener en la terapia (y también fuera de ella) es la de ser visibles: ser comprendidas y<br />

vistas. Quizás se hayan sentido alienadas e invisibles desde la infancia, y ansían percibirse de una forma<br />

diferente. Respeto este deseo y comprendo <strong>su</strong> legitimidad; <strong>por</strong> ello, trato de responder apropiadamente<br />

compartiendo mis observaciones con el paciente y pro<strong>por</strong>cionándole una realimentación que le permita<br />

sentirse visto y oído. "Me pareció oírle decir... "Imagino que usted estará sintiendo..." "En este momento<br />

parece como si usted..." "Permítame decirle cómo entiendo yo <strong>su</strong> punto de vista...", etcétera.<br />

Sin duda esto es comunicación humana, y no sólo comunicación psicoterapéutica. Todos<br />

necesitamos la experiencia de la visibilidad y la comprensión. ¿No deberíamos tratar de ofrecérnosla<br />

mutuamente, para que forme parte natural de las relaciones humanas?.<br />

Los terapeutas eficaces juzgan, pero no enjuician. Juzgan, en cuanto es obvio que evalúan unas<br />

conductas como <strong>su</strong>periores a otras desde el punto de vista de la felicidad y el bienestar a largo plazo del<br />

paciente. No son tan hipócritas como para pretender que carecen de parámetros, o que no hay cosas que<br />

les gustan y otras que les disgustan. Pero no moralizan y no tratan de cambiar una conducta provocando<br />

sentimiento de culpa. Así, no dicen: "Sólo un enfermo podría hacer eso". O bien: "¿Sabe lo inmoral que es<br />

usted?" O: "Mientras no reconozca que es un depravado, no podré ayudarlo". O: "Usted no es muy<br />

inteligente, ¿verdad?".<br />

Cuando bombardeamos a la gente con nuestras evaluaciones de <strong>su</strong> carácter, inteligencia y cosas<br />

parecidas, podremos intimidarla pero no ayudarla a evolucionar, adquirir confianza o aumentar <strong>su</strong><br />

autorrespeto. Y la alternativa de ser moralista y juez no consiste en bombardearla con cumplidos y elogios<br />

fuera de lugar; a menudo esto intensifica los sentimientos de minusvalía (o de invisibilidad) en quien lo<br />

recibe, ya que sabe que el que habla no es sincero. Podemos aprender a decir que algo o alguien nos<br />

gusta o no nos gusta, que lo admiramos o no lo admiramos, sin calificar, atacar o alabar de un modo<br />

irrealista. "Realmente disfruto cuando usted...", "No me siento cómodo cuando usted...", "Me sentí herido<br />

cuando usted...", "Me sentí inspirado <strong>por</strong> <strong>su</strong>...", etcétera.<br />

En mí experiencia, los buenos terapeutas son compasivos pero no sentimentales, y no estimulan la<br />

pasividad ni la autocompasión. Muchos de mis pacientes han comentado la im<strong>por</strong>tancia de esta distinción<br />

para <strong>su</strong> progreso en la terapia. Yo pregunto: "¿Qué alternativas ve para usted?", "¿Qué cree que podría<br />

hacer para <strong>mejorar</strong> <strong>su</strong> situación?", "¿Qué acción está dispuesto a realizar?". Si la persona está<br />

empezando a expresar <strong>su</strong> <strong>su</strong>frimiento, no la interrumpo con tales preguntas, pero <strong>por</strong> lo general siempre

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