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que su primer novio también tenía un primer novio -y le gustaba más que ella. Fue el final del principio.<br />
3. LA PROPIA VIDA<br />
Soledad tenía que empezar una vida. Ya había cumplido diecisiete años: había terminado el colegio,<br />
había terminado con su primer novio, dudaba de lo que sus padres y su medio habían querido hacer<br />
de ella. Muchas cosas se terminaban y no estaba claro todavía qué estaba empezando.<br />
Ese verano trabajó por primera vez: era una forma de tomar distancias, de ir probando. La Tartine era<br />
un café pequeño y elegante en la esquina de Rodríguez Peña y Vicente López, en la zona más coqueta<br />
del Barrio Norte: allí Soledad servía las mesas y la pasaba bien. Pero no duró mucho; al cabo de<br />
dos meses una amiga de sus padres le ofreció colocarla en Berlitz, una academia de idiomas, como<br />
secretaria. Le pagarían más o menos lo mismo pero era un trabajo más descansado, de menos horas y<br />
más silla. Su madre estaba contenta: allí la nena podría practicar su inglés y tener cierto roce. De todas<br />
formas nadie imaginaba que no siguiera estudiando -ni siquiera ella. Soledad se anotó en el C.B.C. de<br />
la Universidad de Buenos Aires; no sabía bien qué carrera elegir y fue, casi por descarte, Psicología.<br />
No duraría ni tres meses.<br />
-¿Vos siempre venís acá a pasear tu perro?<br />
-Sí, bueno, sí, siempre que puedo.<br />
-Relindo, tu perro. La verdad, se le nota...<br />
Piltrafa, el pointer de Soledad, no se dio cuenta de que los piropos eran para él y siguió corriendo<br />
detrás de una ovejera medio renga. Empezaba la primavera y la gran plaza Las Heras florecía.<br />
-...se le nota que está bien cuidado, que lo quieren.<br />
Dijo Lorena, y Soledad se sonrió. Lorena Dussort tenía 20 años, el pelo rubio, los ojos muy claros,<br />
movimientos nerviosos y un acento con eses bien marcadas. Lorena llevaba jeans gastados, zapatillas<br />
con barro, una camiseta módicamente ranfañosa: el uniforme de la paseaperros.<br />
En las últimas décadas la Argentina no ha hecho muchos aportes a la cultura mundial; hay quienes<br />
suponen que la idea del paseaperros es uno de ellos -junto con los laberintos borgianos y la palabra<br />
desaparecidos. En los barrios más ricos de Buenos Aires, muchachos aran las veredas con jaurías<br />
que pueden llegar hasta las dos docenas de ejemplares de todas las marcas y colores: son un subproducto<br />
de la industria del pet. Vecinos que viven en departamentos donde los perros se atrofian y que,<br />
tomados por sus obligaciones, no pueden llevarlos a pasear muy a menudo, contratan por una buena<br />
suma el servicio de quien le dará al can su merecida vuelta. Lorena Dussort era la primera mujer en un<br />
mundo de hombres y se había acercado a Soledad con la intención de siempre: para trabar una conversación<br />
que le permitiera ofrecer sus servicios. A primera vista Soledad le había parecido un buen<br />
punto: una chiquita rubia y atildada, bien tilinga del barrio con su vestido de secretaria de academia<br />
inglesa. Pero Lorena solía sentirse sola: era tímida, había llegado de Mar del Plata un par de años antes,<br />
la gran ciudad se le resistía y Soledad le cayó bien. La venta de servicios se convirtió en oferta de<br />
trabajo:<br />
-Mirá, no es tan difícil. Te tienen que gustar los animales, claro, pero eso para vos no parece problema.<br />
-¿Y cómo tendría que hacer para empezar?<br />
-No te calientes, loca. Si tenés ganas yo te puedo pasar alguno de los míos, para que empieces. Total,<br />
la verdad que tengo demasiados...<br />
-¿En serio? Sería genial. Ya no me banco eso de estar todo el día encerrada detrás de un escritorio.<br />
¿Sabés qué? Me paso el tiempo mirando por la ventana, envidiando a la gente que pasa por la calle.<br />
“Soledad siempre fue muy amante de la naturaleza, no le matés un mosquito porque era capaz de<br />
matarte ella a vos”, dirá Josefina Magnasco, su amiga de la escuela. “Amaba a sus plantas, les hablaba<br />
a las flores, y le encantaban los animales, la fascinaban los caballos, a los perros los tenía redominados,