noticias y comunicaciones - Foro Manchego Digital

Muy a menudo encontramos
tramos anegados que hay que
rodear o vadear muy despacio.
Esto dificulta la marcha y la hace
lenta, y en esos momentos todos
nos impacientamos. Pero el río
fluye a nuestro lado, tranquilamente,
mientras teje la lluvia en
las orillas, o apacienta revoltosos
rebaños de nubes, que parecen
lanosas ovejas. Hoy más que
n.80- Tercer Trimestre
nunca comprendemos que la prisa
suele ser una ilusión humana.
Se acerca el final de la mañana
y llegamos hasta el restaurante.
Su magnífico mirador de cristal
nos permite, mientras comemos
cómodamente instalados,
contemplar la tempestad en
plena naturaleza, viendo arreciar
la lluvia que se peina entre las
ramas. Y a su lado va el viento
como un gigante oscuro, corriendo
entre los árboles. Pero finalmente
escampa.
Seguramente tenía razón
Rabindrananth Tagore cuando
decía que la tormenta tan sólo
busca la paz, cuando golpea la
paz con su poderío.
Tras la comida visitamos el
museo de las reales Fábricas de
Bronce de Riópar, que datan de la
época de Carlos III. La calamina
y el cobre, principal riqueza de la
zona, hicieron posible que floreciera
en la zona una cuidada
artesanía del bronce.
La fábrica es grande y oscura.
Los libros mercantiles e incluso
también… ¡las cuentas! Están
escritos a mano con esmeradísima
caligrafía y expuestos a los
visitantes junto con antiguas
máquinas y con los desgastados
moldes que sirvieron de base a
los mejores diseños.
El interior es húmedo y frío.
¡Qué duro debió ser el trabajo
entonces!
Iniciamos el regreso. Del temporal
sólo quedan los perfumes
del bosque. Mientras el autobús
rueda y se aleja de Riópar, acomodándonos
en nuestros asientos,
pensamos en volver. Todos
Vida Corporativa
estamos de acuerdo en volver
otra vez.
Las sombras del otoño, animadas
de pronto, parecen congregarse
en los caminos. La
intensa luz grisácea de la tarde,
poco a poco se va haciendo violeta.
Tras un velo de nubes, el sol
al rojo-blanco, como un disco
sacado de la fragua incandescente
de un herrero, brilla por unos
instantes en el largo silencio de
los astros.
Anochece de nuevo, pero al
estar entre amigos ¡qué corto se
ha hecho el día! ¿Por qué será
que cuando el cansancio nos cierra
los ojos aún podemos seguir
escuchando la canción de la lluvia
en las hojas y el ronco bramido
del viento que rueda entre los
árboles?
E incluso más lejos todavía,
podemos escuchar aún el
estruendo, el fragor de la catarata,
acompañado de otro sonido
que al principio parecía imperceptible
y que como el amor, únicamente
en la distancia, logra
adquirir su verdadera y precisa
dimensión: la gigantesca voz de
la montaña. Es un constante y
silencioso clamor compuesto con
la música que mueve al universo,
que calladamente habla y responde,
cuando al agua le gusta conversar
con las piedras.
A la memoria de nuestra querida
compañera canaria, Lidia
Delgado Estévez, tristemente
fallecida el 20-08, en el trágico
accidente de Barajas.
FORO Manchego 39