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Historia física y política de Chile - Centro de Documentación ...

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h i s t o r i a – c a P í t u l o X i i<br />

bres no llegaron a resentirse hasta el escándalo, como en otros puntos, ni hubo<br />

tampoco que <strong>de</strong>plorar esa relajación <strong>de</strong> algunos malos sacerdotes, cuyo ejemplo<br />

llegó a ser como una epi<strong>de</strong>mia para masas ignorantes, aunque muy inclinadas a no<br />

vivir sino conforme es la vida <strong>de</strong> los que corren con el cargo <strong>de</strong> instruirlas.<br />

Sí que tuvo que luchar, y no poco, el concejo <strong>de</strong> Santiago, con una manada<br />

<strong>de</strong> usureros y trapisondistas por una parte, y con no pocos encomen<strong>de</strong>ros que<br />

abusaban a cara <strong>de</strong>scubierta <strong>de</strong>l más santo <strong>de</strong> los respetos, el respeto al semejante;<br />

verdad es que en el sentir <strong>de</strong> ciertos hombres no eran los indios encomendados<br />

sus semejantes, sino viles instrumentos sólo traídos para que sudaran ese oro apetecido<br />

con tanta ansia, y buscando a expensas <strong>de</strong> víctimas humanas. Así es que el<br />

Cabildo, ya se viera en su seno con el jefe <strong>de</strong>l Estado, ya con su lugarteniente, o<br />

ya solo, en todo caso supo hacer que la ley fuera acatada; que para el <strong>de</strong>svalido<br />

hubiera amparo, y para el criminal castigo, si no cual la justicia le pidiera, aquél<br />

por lo menos que más se aunara con las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> una época en la cual no<br />

siempre podía hablar con libertad el magistrado.<br />

Esa in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia con que parecía obrar el ayuntamiento <strong>de</strong> Santiago, no carga<br />

solamente con lo que en estos nuestros días se entien<strong>de</strong> por atribuciones jurisdiccionales<br />

y concejiles. Los capitulares salieron más <strong>de</strong> una vez contra las mismas disposiciones<br />

<strong>de</strong> los gobernadores supremos, como ya lo hemos visto: si no siempre, ni nunca,<br />

si se quiere, lograran enfrenar pretensiones o <strong>de</strong>masías <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r, eso consistió en<br />

que no hubo en los concejales otra fuerza que la <strong>de</strong> su resuelto querer, disponiendo<br />

<strong>de</strong> las armas aquellos mismos contra quienes sin recelo ninguno hubieran <strong>de</strong>scargado<br />

el peso <strong>de</strong> una severa justicia, a verse con brazos capaces <strong>de</strong> sustentarla.<br />

En esta misma ley incurriera también Sotomayor, a quien el cabildo <strong>de</strong> Santiago<br />

representaba con toda energía lo incongruente, lo perjudicial, lo absurdo <strong>de</strong> su<br />

sistema <strong>de</strong> fortificaciones, cuando no servían sino para irritar más y más al pueblo<br />

araucano; cuando consumían hombres y caudales quedando <strong>de</strong>soladas, por <strong>de</strong>cirlo<br />

así, las <strong>de</strong>más colonias, y cuando, en fin, ningún socorro venía <strong>de</strong> España, ninguno<br />

<strong>de</strong> Perú, ninguno, porque ninguno era <strong>de</strong> esperar en excéntrica posición en<br />

que a Sotomayor se le había colocado en <strong>Chile</strong>, <strong>de</strong>jándole absoluto, in<strong>de</strong>pendiente<br />

<strong>de</strong>l virrey <strong>de</strong> Lima, como lo veremos en breve.<br />

Con todo, Sotomayor <strong>de</strong>spreciaba semejantes observaciones; e iba a<strong>de</strong>lante<br />

con su plan, por la sola razón que así era su sentir, y a su sentir servían <strong>de</strong> apoyo<br />

las armas que mandaba.<br />

No tardaron los araucanos en llamarle <strong>de</strong> nuevo a la guerra, pero para cansarle,<br />

para irritarle, apareciendo siempre, y a una, en distintas direcciones, ya que en<br />

cuerpos sueltos, y que nunca querían esperar el combate. Como que era su misión<br />

el divertir al enemigo, <strong>de</strong>sorientarle y entretenerle, causarle daños en sus propias<br />

posesiones cuantas veces lo permitiera la ocasión, y todo con el objeto <strong>de</strong> que con<br />

mayor seguridad y conveniencia pudieran ajustarse los caciques indios en la elección<br />

<strong>de</strong> nuevo toqui, organización <strong>de</strong> tropas y acopio <strong>de</strong> toda suerte <strong>de</strong> pertrechos<br />

para la guerra.<br />

En estas correrías, pues otro nombre no merecen, no hubo fruto ninguno para<br />

las armas castellanas; talaban campos, incendiaban, mataban tal cual indio <strong>de</strong>sman-<br />

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