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VIERNES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA

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comienza la Misa y nadie sabe contestar, santiguarse<br />

sólo algunos, y es preciso decir cuando hay que<br />

levantarse o sentarse, hablan, suenan móviles, se<br />

saludan antes, durante y después y se oyen los besos<br />

desde el altar, cuando todos se vuelven al abrirse la<br />

puerta a ver quién entra, excepto en el momento de la<br />

paz (que eso sí se lo saben todos), cuando el resto les<br />

da igual, se animan a comulgar unos a otros como si<br />

dieses un cupón para una rifa, es indiferente si lees el<br />

evangelio o la receta del cocido; entonces me siento un<br />

payaso, un tonto, un bufón, alquilado por cinco euros<br />

que te entregan al acabar la Misa (los que se<br />

acuerdan) con grandes aspavientos, como si te<br />

hicieran el favor de tu vida. Me siento un bufón –como<br />

decía-, pero me suele ocurrir que cuando al comienzo<br />

de la Misa empieza a “subirme la soberbia” y te dan<br />

ganas de celebrar una Misa “de trámite” (rapidita y<br />

“s´acabó”) me doy cuenta de que estoy haciendo el<br />

bufón delante de Dios, que esas personas pondrán<br />

poco amor y lo tendré que poner yo, que tendré que<br />

pedir perdón por mis pecados y por todos los que no lo<br />

piden, que tendré que proclamar la Palabra de Dios con<br />

más cariño, que la predicación me la tengo que dedicar<br />

en primer lugar a mí mismo, que tendré que ofrecer mi<br />

vida y las cien vidas que tengo delante al Señor, que<br />

es necesario arrodillarme por mí y por un centenar de<br />

corazones que siguen en la cima de su despiste, que<br />

puedo sentirme hermano e hijo de un mismo Dios con<br />

aquellos que no se saben el padrenuestro “nuevo” y el<br />

“viejo” se les ha olvidado por falta de uso, que debo<br />

comulgar con tanta devoción que tape la blasfemia que<br />

se va a cometer a continuación y no puedo impedir, es<br />

decir, que al final son las Misas que más sufro y más<br />

disfruto, aunque empiezan pésimamente mal por mi<br />

actitud interior.<br />

“Si es cosa de Dios, no lograréis dispersarlos, y os<br />

expondrías a luchar contra Dios”, este consejo de<br />

Gamaliel me ayuda cada día, ante las dificultades que<br />

parecen insalvables, o las batallas que parecen

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