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El Decalogo - Felix Garcia Lopez (Cuadernos Biblicos).pdf

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zación geográfica. Lo que experimentaba un individuo<br />

o una comunidad en un lugar concreto<br />

determinaba su valor. <strong>El</strong> espacio donde se manifestaba<br />

la divinidad adquiría la prerrogativa de<br />

sagrado. <strong>El</strong> centro del mundo, según el lenguaje<br />

mitológico, lo ocupa una montaña sagrada,<br />

cuya cima toca el cielo y cuya base se asienta en<br />

las profundidades del abismo. Es el eje del mundo,<br />

donde se juntan los tres espacios cósmicos:<br />

el cielo, la tierra y el mundo subterráneo.<br />

La religión del antiguo Israel no es ajena a<br />

esta mentalidad. En el Antiguo Testamento se<br />

mencionan varias montañas sagradas. Unas,<br />

fuera de Canaán; otras, dentro de la tierra prometida.<br />

Todas ellas en estrecha relación con la<br />

religión israelita. Entre todas, descuellan la<br />

montaña del Sinaí I Horeb y el monte Sión. En<br />

el Libro de los Jubileos se dice que el Sinaí es el<br />

centro del desierto y Sión el ombligo de la tierra<br />

(Jub 8,19).<br />

En las grandes religiones orientales del entorno<br />

de Israel, particularmente en Egipto y Mesopotamia,<br />

la santidad de los lugares provenía<br />

de los acontecimientos primordiales de la creación<br />

y del mismo poder creador de los dioses. En<br />

Israel, en cambio, el carácter sagrado de los lugares<br />

derivaba fundamentalmente de los acontecimientos<br />

histórico-salvíficos ocurridos en<br />

ellos. Concretamente, la santidad del Sinaí I Horeb<br />

arranca del hecho de que Yahvé se reveló<br />

allí a Moisés y a todo el pueblo. En aquel lugar,<br />

Israel experimentó la presencia viva y cercana de<br />

su Dios. En consecuencia, el Sinaí I Horeb pasó a<br />

ser uno de los pilares sobre los que se asentó la<br />

religión de Israel.<br />

Las tradiciones bíblicas referentes al Sinaí I<br />

Horeb se concentran preferentemente en los libros<br />

del Exodo y del Deuteronomio. En el primero,<br />

predomina el nombre del Sinaí (Ex<br />

19,1 s.11.18.20.23; 24,16; 31,18; 34,2.4.29.32), Y<br />

en el otro, el del Horeb (Dt 1,2.6.19; 4,10.15; 5,2;<br />

9,8; 18,16; 28,69). En ambos libros, además, se<br />

hacen referencias frecuentes a «la montaña»,<br />

sin ulteriores especificaciones, aunque, eso sí, en<br />

el contexto del Sinaí I Horeb (d. Ex 19,12ss;<br />

20,18; 24,4ss; Dt 5,4s.22; 9,9s; 10,4.10).<br />

Se discute entre los especialistas si Horeb y Sinaí<br />

son simplemente dos nombres distintos para<br />

expresar una misma realidad o si, por el contrario,<br />

representan realidades distintas. Su localización<br />

geográfica es también motivo de discusión.<br />

La mayor parte de los textos anteriormente citados<br />

a propósito del Sinaí I Horeb aluden a una<br />

montaña; sólo algunos (d. Ex 19,1 s) se refieren<br />

al desierto. En Ex 3,1; 4,27 Y 18,5 se habla de «la<br />

montaña de Dios» en relación con el desierto<br />

(en 3,1, dicha montaña se equipara con el Horeb,<br />

pero varios autores estiman que se trata de<br />

una conexión redaccional tardía). En otra tradición,<br />

representada por Dt 33,2 Y por Jue 5,4s;<br />

Hab 3,3 más el Sal 68,9, el Sinaí aparece más<br />

bien como una vasta región montañosa o desértica<br />

(Sinaí-Seír-Edom-Parán), de donde viene<br />

Yahvé. Algunos exégetas subrayan el carácter<br />

simbólico de estas denominaciones: el Sinaí I Horeb<br />

emergen como símbolos del orden en medio<br />

del caos del desierto; símbolos a mitad de camino<br />

entre Egipto y Canaán, entre el cielo y la tierra.<br />

<strong>El</strong> Sinaí I Horeb es ante todo el punto de encuentro<br />

entre Dios y su pueblo. Ex 19s (Dt 5) representa<br />

el lugar clásico de todos los relatos de<br />

teofanía del Antiguo Testamento. En la montaña<br />

santa, además, Dios concertó una alianza con<br />

Israel, la alianza por excelencia (Ex 24,1ss; d. Dt<br />

5,2ss). <strong>El</strong> Sinaí I Horeb, en fin, es el escenario en<br />

el que Dios reveló su ley. No sólo el decálogo (Ex<br />

20,2-17 I Dt 5,6-21), culminación de la teofanía y<br />

elemento central de la alianza, sino también el<br />

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