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Refuerzo 6 - Clic Santillana

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Después de voltear unas diez cartas de uno de los mazos que acababan en pérdida, los participantes<br />

que tenían adheridos a la piel sensores parecidos a los de un detector de mentiras comenzaron a captar<br />

“malas vibraciones”. Cuando llevaban 50 naipes volteados, empezaron a evadir esos mazos, aunque<br />

no pudieron explicar por qué.<br />

Lo que ocurría era que su piel estaba reaccionando por medio de señales inconscientes, lo cual<br />

indicaba que advertían que ciertos mazos los llevaban a perder. Sin embargo, no pudieron verbalizar<br />

lo que su piel y su subconsciente sabían hasta haber volteado un promedio de 80 naipes. Algunos participantes<br />

que tenían lesiones en la corteza prefrontal del cerebro no presentaron cambios reveladores<br />

en la piel, y siguieron volteando cartas de los mazos malos aún después de haberse dado cuenta de<br />

que lo eran. Esto parece indicar que en dicha región del cerebro se origina el conocimiento intuitivo.<br />

Aprender a escuchar las señales de nuestro cuerpo puede reportar sorprendentes beneficios.<br />

Los rostros, libros abiertos<br />

Nuestro sexto sentido puede indicarnos también cuándo una situación no es tan peligrosa como parece.<br />

John Yarbrough, agente de policía del condado de los Ángeles, en cierta ocasión detuvo un auto<br />

para una revisión de rutina, pero cuando se acercó, el conductor, un chico de 18 años, bajó con una<br />

pistola en la mano. “Como nos encontrábamos a menos de dos metros de distancia uno del otro, tuve<br />

una fracción de segundo para evaluar sus intenciones. Lo lógico era que yo le disparara antes, pero<br />

por alguna razón no lo hice”. Su intuición resultó atinada: tras una breve confrontación, el muchacho<br />

dejó caer el arma y se entregó pacíficamente.<br />

Yarbrough, quien hoy día trabaja como criminólogo, tardó años en comprender por qué no disparó<br />

cuando el instinto de conservación lo impulsaba a hacerlo. Mientras participaba en un estudio sobre<br />

las emociones, descubrió que poseía la capacidad de “leer” rostros. Este don, que todos tenemos en<br />

alguna medida, se deriva de la detección de “microexpresiones”. Según el doctor Paul Ekman, autor<br />

del estudio, estas oleadas de emoción muy intensas duran solo un cuarto de segundo, pero delatan los<br />

verdaderos sentimientos de la persona, aunque trate de disimularlos. “Si usted desconfía de alguien<br />

que trata de venderle una casa”, explica, “quizá sea porque notó en él una microexpresión de gozo<br />

ante la posibilidad de embaucarlo tras asegurar que el techo no gotea, o de miedo a que lo sorprenda<br />

en la mentira”.<br />

Las microexpresiones y la identificación de pautas no explican<br />

todas las corazonadas. Algunas de estas son realmente<br />

enigmáticas, pero los científicos han hallado buenas razones<br />

para confiar en ellas.<br />

Así lo cree la doctora Bingham: su intuición le ha permitido<br />

hacer algunos diagnósticos sorprendentes, como el de cáncer<br />

pulmonar en una mujer que acudió a ella para un examen de<br />

rutina. “Aunque no presentaba ningún síntoma evidente, me<br />

pareció que debía tomarle una radiografía de tórax”, cuenta.<br />

De esa manera le detectó un tumor muy pequeño, todavía<br />

tratable. “Por eso ahora”, continúa, “a los estudiantes de medicina<br />

les aconsejo que, si intuyen que algo anda mal con un<br />

paciente, hagan caso de su corazonada, porque eso podría<br />

llevarlos a salvar una vida”.<br />

Lisa Collier Cool<br />

© <strong>Santillana</strong> • 4

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