LEYENDA DE PERUSA - Tercera Orden Regular
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hermanos, puso la escudilla entre los dos. El leproso era todo llaga y úlcera; los dedos con<br />
los que tomaba la comida estaban contraídos y sangrantes; y así, cada vez que los metía en la<br />
escudilla, caía en ella la sangre.<br />
64. Ante esta escena, el hermano Pedro y los otros hermanos estaban estremecidos de pena;<br />
pero no se atrevían a decir palabra por respeto al santo Padre. El que escribe estas líneas<br />
vio la escena y da testimonio. Es lo único que de él se conoce.<br />
65. El bienaventurado Francisco caminaba en cierta ocasión por el valle de Espoleto, y le<br />
acompañaba el hermano Pacífico, natural de la Marca de Ancona; en el siglo había sido<br />
conocido con el nombre de "el rey de los versos". Este maestro de cantores era de la clase<br />
noble y cortesano. Se hospedaron en la leprosería de Trevi . El bienaventurado Francisco<br />
dijo al hermano Pacífico: "Vamos a la iglesia de San Pedro de Bovara , pues quiero pasar allí<br />
la noche".<br />
65. Esta iglesia estaba situada no lejos de la leprosería; nadie la habitaba, pues en aquella<br />
época Trevi estaba en ruinas y nadie vivía en este castro villa .<br />
65. Por el camino dijo el bienaventurado Francisco al hermano Pacífico: "Vuelve al hospital;<br />
quiero estar solo esta noche. Mañana al amanecer vienes donde mí".<br />
65. Ya solo, recitó completas y otras oraciones, y luego trató de descansar y de dormir. En<br />
vano, pues se vio sobrecogido interiormente de temor y sintió tentaciones diabólicas. Se<br />
levantó al punto, salió fuera de la iglesia y se santiguó, diciendo: "Demonios, yo os mando de<br />
parte de Dios todopoderoso: podéis hacer sufrir a mi cuerpo todo lo que os conceda<br />
nuestro Señor Jesucristo; estoy dispuesto a soportarlo, pues no tengo mayor enemigo que<br />
mi cuerpo s; vosotros me vengaréis así de este adversario y enemigo mío". Al instante<br />
desaparecieron las tentaciones. Vuelto al lugar donde se había acostado, descansó y durmió<br />
apaciblemente.<br />
65. A la madrugada estaba de regreso el hermano Pacífico. El bienaventurado Francisco<br />
estaba ante el altar en el interior del coro; el hermano Pacífico quedó y le esperó fuera del<br />
coro, orando también él al Señor delante del crucifijo. Cuando se puso a orar el hermano<br />
Pacífico, fue arrebatado en éxtasis, si con su cuerpo sin el, Dios lo sabe ; vio en el cielo gran<br />
número de tronos, y entre ellos uno más elevado, glorioso y radiante de luz y adornado con<br />
toda clase de piedras preciosas. Admirado de su esplendor, se preguntaba qué clase de<br />
sede era aquélla y a quién le pertenecía: Oyó al punto una voz que le dijo: "Este trono fue de