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LEYENDA DE PERUSA - Tercera Orden Regular

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gracia de Dios.<br />

9<br />

13. Se le hizo saber al bienaventurado Francisco por medio de un hermano. Al oírlo tuvo<br />

compasión de ellas; es que las amaba, a ella y a sus hermanas, con afecto paternal por la santa<br />

vida que llevaban y, sobre todo, porque, a los pocos años de haber comenzado a tener<br />

hermanos, se convirtió Clara, con la gracia del Señor, mediante las exhortaciones del<br />

bienaventurado Francisco; su conversión constituyó motivo de gran edificación no sólo para<br />

la Religión de los hermanos, sino para toda la Iglesia de Dios.<br />

13. .Mas, considerando el bienaventurado Francisco que lo que ella deseaba, verle a él, no<br />

era entonces posible por estar ambos gravemente enfermos, para consolarla le dio por escrito<br />

su bendición y la absolución de todas las faltas posibles a sus órdenes y deseos y a los<br />

mandamientos y deseos del Hijo de Dios. Además, para que disipara toda tristeza y se<br />

consolase en el Señor, dijo - no él, sino el Espíritu Santo por medio de él - al hermano que<br />

Clara había enviado: "Ve y lleva este escrito a la señora Clara. Le dirás que no sufra ni esté<br />

triste, porque no pueda verme ahora; pero que esté segura de que, antes de su muerte, ella y<br />

sus hermanas me verán y les proporcionaré un gran consuelo".<br />

13. Poco después, el bienaventurado Francisco falleció durante la noche. A la mañana<br />

siguiente, todo el pueblo de Asís, hombres y mujeres, y todo el clero, tomando el santo<br />

cuerpo del lugar donde había fallecido y entonando himnos y alabanzas, con ramos de árboles<br />

en las manos, le llevaron, por voluntad divina, a San Damián, para que se cumpliera la palabra<br />

que el Señor había pronunciado por boca de su Santo para consuelo de sus hijas y<br />

servidoras.<br />

13. Se quitó la reja de hierro de la ventana, a través de la cual suelen comulgar las hermanas y<br />

a veces escuchan la palabra de Dios; los hermanos tomaron de la camilla el santo cuerpo y lo<br />

sostuvieron en sus brazos delante de la ventana durante largo rato. La señora Clara y sus<br />

hermanas se consolaron muy mucho viéndole, aunque derramaron abundantes lágrimas y<br />

sintieron gran dolor, pues después de Dios era él, en este mundo, su único consuelo.<br />

LA ALONDRA<br />

14. Era la tarde del sábado anterior a la noche en que el bienaventurado Francisco pasó al<br />

Señor; después de las vísperas vino una bandada de pájaros llamados alondras, que, a poca<br />

altura sobre el techo de la casa en que él yacía, volaban y revoloteaban cantando.

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