2. Versión Completa Formato PDF - Universidad de Chile
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Felipe Trigo : El médico rural<br />
Al llegar la noche, dispersáronse trazando eses por el pueblo; y he aquí que lo que no<br />
había ocurrido bajo la tutela po<strong>de</strong>rosa <strong>de</strong>l señor Porras, acaeció sin ella en un minuto: dos<br />
hermanos, que partieron juntos, el Monos y el Coguta, peleáronse a patadas y a mordiscos.<br />
Esteban, apenas llegado a casa, se halló solicitado por el clamoreo <strong>de</strong> las vecinas. Fue,<br />
temblando. Herido el Coguta, vio llena espantosamente <strong>de</strong> sangre la cama en que yacía<br />
acostado; y el herido sujeto por seis hombres, pues en la furia alcohólica quería seguir<br />
peleándose con todos y se arrancaba y se chupaba los trapos empapados en aguardiente que<br />
le habían puesto.<br />
-¡Es un muerdo, hijo! ¡Le ha arrancado la nariz! -le anunció a Esteban lacrimosamente<br />
el tío Potes, también borracho, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el otro lado <strong>de</strong> la cama.<br />
De un ímpetu logró el Coguta librarse un brazo, volviendo a <strong>de</strong>jarse la herida<br />
<strong>de</strong>scubierta. La punta <strong>de</strong> la nariz colgábale partida. El médico recobraba su dominio; la<br />
lesión no exigiríale operaciones complicadas... Enhebró una aguja, y así que hubo lavado el<br />
traumatismo, conteniendo la hemorragia, disponíase a saturar, con la leve ayuda <strong>de</strong>l barbero<br />
-nada «quirúrgico» tampoco, según su confesión. Sino que el diablo <strong>de</strong>l borracho no cedía,<br />
no se estaba quieto; quería mor<strong>de</strong>r a Esteban cada vez que le pinchaba con la aguja, y hacía<br />
imposible todo auxilio, por más que sujetábanle entre siete, <strong>de</strong>l pecho, <strong>de</strong> la frente, <strong>de</strong> los<br />
brazos y los pies; la sangre saltaba a todos lados. Aquello pareciase a la matanza <strong>de</strong> un<br />
furioso jabalí. Gracias a que llegó el señor Vicente, púdosele poner siquiera un tafetán y<br />
unos vendajes.<br />
-¿Eh, doctor, hijito, no ves tú? -<strong>de</strong>cíale ya en la calle, a Esteban, el tío Potes, tuteándole<br />
y llorando <strong>de</strong> sentimentalidad en su borrachera -¡Por algo le llaman a la medicina un<br />
sacerdocio! ¿Te ha mordido?<br />
No iban por la esquina, y reclamáronle <strong>de</strong> nuevo. El Coguta había vuelto a arrancarse<br />
todo <strong>de</strong> un tirón. Procedió el médico a otra cura, cosiéndole esta vez; el señor Porras le<br />
propinó al rebel<strong>de</strong> una filípica y hasta un par <strong>de</strong> coscorrones, que tuvieron la eficacia <strong>de</strong><br />
calmarle.<br />
-¡Usté es mi pare! ¡Usté es mi pare, señó Porras!<br />
-¡Sí, yo soy tu pare! Y tú un zopenco y un bodoque, y quítate otra vez la venda, so<br />
animal, verás qué lindas te quedan las narices, ¡que paice mentira que se puá poner un<br />
hombre tan acérrimo!<br />
Ocho días <strong>de</strong>spués, las narices <strong>de</strong>l Coguta habían cicatrizado, pero torcidas a la<br />
izquierda.<br />
Esteban, aunque sin asistir a las diarias fiestas <strong>de</strong>l vino y <strong>de</strong>l chorizo, por consecuencia<br />
<strong>de</strong> ellas había tenido que curar a cinco heridos más. Pidió a la farmacia <strong>de</strong>l inmediato<br />
pueblo abundante provisión <strong>de</strong> tafetanes, y estudiaba cirugía -cierto <strong>de</strong> que la borrachera<br />
El Autor <strong>de</strong> la Semana ©1996-2001 Programa <strong>de</strong> Informática- Facultad <strong>de</strong> Ciencias Sociales<br />
– <strong>Universidad</strong> <strong>de</strong> <strong>Chile</strong>. Edición y selección <strong>de</strong> textos Oscar E. Aguilera F. oaguiler@uchile.cl<br />
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