<strong>IN</strong> <strong>VERSO</strong> - Ensayo - Vilma Palacios http://www.csun.edu/inverso/<strong>Issue</strong>s/<strong>Issue</strong>%206/<strong>Issue</strong>%206/Ensayo/Palacios.htm[9/19/2012 9:08:04 AM]
<strong>IN</strong> <strong>VERSO</strong> - Ensayo - Marcela A. Damonte NUMERO 6 - PRIMAVERA 2006 Ensayo - Marcela A. Damonte El desafío http://www.csun.edu/inverso/<strong>Issue</strong>s/<strong>Issue</strong>%206/<strong>Issue</strong>%206/Ensayo/Damonte.htm[9/19/2012 9:08:05 AM] “Hoy ella sa puesto color en las pestañas hoy le gusta su sonrisa, no se siente una extraña hoy sueña lo que quiere sin preocuparse por nada hoy es una mujé que se da cuenta de su alma”. Bebe, la cantante española contemporánea e indudablemente feminista y progresista resume en la letra de su canción “Ella”, de su primer álbum “Pafuera Telerañas”, el dilema de la mujer que felizmente se acepta como tal y entierra todo aquello que la ataba y no le permitía vivir plenamente. Las mujeres de fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI comienzan, como dice Bebe, a “darse cuenta de su alma” y a desprenderse del equipaje que impide ver quienes son verdaderamente a través de una literatura feminista interactiva. Este proceso conlleva al lector o a la lectora a emprender su propio proceso personal de introspección . La desnudez se convierte en un símbolo de plenitud personal. La autora española Lola Beccaria dice “la desnudez da miedo” (www.revistafusion.com) y “una mujer desnuda es fácil de herir o de humillar” (Beccaria, 14). Estas autoras ponen a disposición del lector o de la lectora la vulnerabilidad de sus personajes y su propia vulnerabilidad. Al desnudarse Martina, el personaje de la obra de Beccaria, La mujer desnuda, intenta darle la oportunidad al lector de considerar su propia desnudez y de “ahondar en [su] verdadera esencia” (Beccaria, 14). Blanca, el personaje de la obra de la autora Paula Izquierdo, El hueco de tu cuerpo, después de una larga batalla de introspección, y “ante la coreografía de su cuerpo desnudo” (Izquierdo, 227), también explora su ser hasta lograr descubrir su propia realidad que facilita el encuentro consigo misma. Ambos textos exploran la idea de mujeres que buscan desesperadamente encontrarse a sí mismas dentro del contexto de una multiplicidad de experiencias que sólo caracterizan a la mujer y son expresadas por mujeres autoras en un mundo que las sentenció al silencio. “Los silencios a veces son cuchillos ...” (Beccaria, 67) y lastiman profundamente a las mujeres que han sido sentenciadas a la invisibilidad . A su vez, estas novelas también exploran esa “zona oculta que todos llevamos dentro” (Beccaria, 11). Esta es la zona invisible, propiamente femenina, que es definida como oculta por ser desconocida. Ambas protagonistas, Blanca Vallejo ( El hueco de tu cuerpo) y Martina Iranco ( Una mujer desnuda) son mujeres profesionales de aproximadamente cuarenta años, de clase media alta, que sobrellevan una lucha interna y externa creando una fragmentación entre la mujer pública y la mujer privada. Estos personajes dejan de lado los prejuicios para exhibirse en su totalidad y permitirle al lector que saque sus propias conclusiones. Esto es típico de la novela post-modernista que plantea una realidad alternativa al dejar su final abierto a la interpretación del lector para que este o esta construya su propio final. De esta manera las novelas se convierten en una especie de juego interactivo en el que el autor o autora hacen partícipe al lector. Los lectores asumen el papel de un tercer personaje en conjunto con el creador del texto y los personajes ficticios de la novela. De no existir este trío, no existiría la novela. Recordamos entonces a Roland Barthes y la muerte del autor cuando dice que el texto “hay que descubrirlo todo, no descifrarlo” [(Barthes, 147) Moi, 73] y esto sólo es posible mediante la participación del lector . Ambas novelas cuestionan no sólo el texto sino a sus lectores y lectoras “poniendo en tela de juicio las ideologías y prejuicios para desenmascarar sus apariencias naturales y descubrir su carácter construído” (Ordónez 212). En las novelas femeninas, se oyen voces que gritan o silencian las restricciones y los requisitos de la cultura. Martina también se somete, a pesar de su aparente rebeldía, a las restricciones de su sociedad cuando dice: “Rigiéndome en apariencia por las normas morales que la civilización ha dictado para la mujer” (Beccaria, 90). Las normas morales que la sociedad ha determinado para la mujer son explicadas por la feminista búlgara Julia Kristeva cuando hace la distinción entre lo simbiótico , es decir, el estado de tabula rasa que somos todos al nacer y lo simbólico que son las normas, las leyes y todos los parámetros que son internalizados durante la formación de nuestra identidad. Los conceptos binarios mujer/hombre, dominación/subyugación, mujer pública/mujer privada, mujer buena/mujer mala, sexo/afecto, claro/oscuro y oculto/transparente se descentralizan y son desafiados por las teorías literarias feministas que enuncian “un coro de voces textuales que repiten la diferencia” (Ordóñez, 215). Lévi-Strauss llamó a estos conceptos oposiciones binarias y según él rigen el pensar del ser humano y constituyen el mundo social en el que nos desenvolvemos (215). El mundo social a su vez es interpretado de acuerdo a una cantidad múltiple de discursos que pueden adoptarse de acuerdo al énfasis del análisis. El texto de la mujer se revela como “una red de diversos discursos culturales” (Ordóñez, 216). Michel Foucault introdujo el tema de diferentes prácticas discursivas, a saber, discursos personales, sociales, culturales, literarios, económicos, etc. Él arguye que la verdad depende de quien controla el discurso y es obvio que el dominio que tienen los hombres del discurso ha dejado a la mujer atrapada en un discurso masculino. (Selden, 128). En resumen, un libro se construye con la aportación de varias esferas de discursos que incluyen lo “no dicho” junto con lo “ya dicho”. (Ordóñez, 216). Las novelas de Beccaria e Izquierdo contribuyen a una nueva dimensión del discurso “lo ahora dicho abiertamente por una mujer”. El desafío está en determinar lo dicho, discernir las diferentes realidades que estas obras sugieren y seleccionar la realidad propia . Martina adopta su propia realidad y la comparte con los lectores tal y como la percibe ella. Dice, “Quiero contar mi historia, no tal como es, sino tal como yo la veo”. (Beccaria, 10). Ambos personajes trabajan su obra dentro de dos o más realidades creadas o imaginadas. Martina se proyecta con una doble imagen de niña-mujer conservadora y tradicional y la mujer apasionada de sus fantasías sexuales. Esta es la dicotomía antes-mencionada de la mujer buena vs. la mujer mala. Su vida transcurre entre la seudo-normalidad de su hogar paterno y sus múltiples experiencias amorosas. Ella usa el sexo como escapismo. Por otro lado, Blanca exhibe la realidad de su propio ser y aquel que desea y crea a través del lente de su cámara fotográfica. Ambas realidades están desfiguradas para complacer a sus respectivas creadoras. Como dijo el periodista estadounidense Ambrose Bierce: “si quieres que tus sueños se vuelvan realidad, es necesario despertar” primero. (Bucay, 31). El despertar puede ser doloroso. La realidad no existe toda al mismo tiempo sino que es un proceso de muchos despertares que van siendo a lo largo del tiempo. Nuestras protagonistas llegan a este conocimiento después de haber vivido una cuarentena de años. Según el Dr. Bucay, “El conocimiento y la realidad son la misma cosa”, es decir, un proceso que lleva al punto final que es “el ser que se completa mediante su evolución”. (Bucay, 31). “Mi verdadero yo se hallaba secuestrado en mi imaginación, único espacio donde … se sentía libre y a salvo”, dice Martina (Beccaria, 118). Muchas de las novelas escritas por mujeres “cuentan acerca de vidas femeninas frustadas a mediados del siglo XX. Las protagonistas de estas obras tienen en común su condición de madurez durante una época de desilusión colectiva” (Ordóñez, 213). Ellas tienen el deseo de narrar una cantidad de experiencias de relaciones frustadas o imposibilitadas por alguna u otra razón y expresarse más allá de los límites impuestos por la sociedad por medio del asombro o reprobación si es necesario. “Las críticas femeninas ansían sus propios marcos teóricos, conceptos inspirados en la propia experiencia femenina” (217) Llevamos dentro nuestro un “saco de prejuicios” (Beccaria, 10) que nos acompaña fielmente y nos asiste en “emitir juicios de valor” (10), como dice la autora Beccaria, al juzgar el - Bebe