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156 - Revista Personae

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PERSONAE<br />

VERSO CONVERSO<br />

Canta-autor cristiano<br />

Heriberto Galindo<br />

En una catástrofe, el llamado de Dios transformó su vida<br />

No era pastor ni teólogo ni evangelista,<br />

sino, por su contribución al mundo, Sir Isaac<br />

Newton era y será considerado uno de<br />

los mayores científicos de todos los tiempos.<br />

Se distinguió por su profunda reverencia a<br />

Dios y por su dedicación a la investigación<br />

científica.<br />

Ello confirma que los principios de la ciencia<br />

moderna surgieron en presencia de Dios.<br />

Albert Einstein lo afirma: La ciencia sin religión<br />

está tullida, la religión sin ciencia está<br />

ciega. Ello me da pie para explicar la vinculación<br />

que encuentro entre estos científicos y<br />

Heriberto Galindo, canta-autor radicado en<br />

Montreal, Canadá, hijo del destacado político<br />

Heriberto Galindo Quiñones.<br />

Su vida está dedicada al servicio de Cristo<br />

Jesús y a la difusión de su Evangelio a través<br />

de sus canciones.<br />

Cristianos estudiosos prevén que en este siglo<br />

la vida terrenal tomará rumbos distintos,<br />

como ocurrió con Heriberto Galindo cuando<br />

Dios Padre se le reveló aquel marzo de<br />

2006 a través de un ángel. Convertirse a la fe<br />

Cristiana le cambió la vida y lo marcó<br />

para siempre.<br />

Para él recibir y entender el mensaje de<br />

Dios, de forma poderosa y muy personal,<br />

le probó la verdad de la Palabra<br />

de Dios, escrita en lenguaje cálido,<br />

cautivador y fácil de entender.<br />

El testimonio<br />

La semilla del Señor fue sembrada<br />

cuando él tenía 11 años. Entonces, sus<br />

padres, me dice, lo conocieron y le entregaron<br />

sus vidas.<br />

Le llegó su etapa difícil, como la de la<br />

mayoría de los adolescentes, le atrajeron<br />

las tentaciones del mundo. Hizo<br />

a Dios a un lado. Experimentó banalidades<br />

y placeres vacíos de vida. Se<br />

acostumbró a ellos.<br />

Conoció a Fernanda cuando tenía<br />

19 años. Se hicieron novios. Ninguno<br />

estaba cerca de Dios. Tenían bases<br />

católicas pero no las practicaban. No<br />

eran significativas.<br />

Se casaron al año contra la opinión<br />

familiar. Nació su primera hija, María<br />

1 4 P E R S O N A E<br />

Fernanda, Feri, le dicen, la cual provocó un<br />

giro total en su vida y las de sus seres cercanos.<br />

Era el momento en el que tenían que<br />

tomar decisiones; hacer ajustes a su forma de<br />

vida individual y de pareja.<br />

La hermana de Heriberto, Manini, los invitó<br />

a visitar algunos sitios para festejar su boda.<br />

Deseaba pasar un fin de semana en una playa<br />

turística alejada de la capital. Fer estaba indecisa,<br />

tenía dudas. Finalmente accedió, porque<br />

podrían pasar juntos un tiempo alejados<br />

del DF ya que Feri quedaba al cuidado de la<br />

abuela paterna.<br />

La familia de un amigo de la infancia les prestó<br />

un departamento en el Centro de Acapulco.<br />

Apenas se instalaban sonó el celular de Heriberto.<br />

Amigos que no veían hacía tiempo los<br />

invitaban a parrandear.<br />

Fer se negó, estaba demasiado cansada.<br />

Pero tras la vigilia de Heriberto, sin reunirse<br />

en meses con sus amigos le dijo: ‘…Si quieres<br />

ve tú, un rato...’ Apenas terminaba Fer<br />

de decirlo cuando él ya estaba en la puerta<br />

despidiéndose.<br />

Tardó 45 minutos en llegar al lugar de la cita, al<br />

otro lado de la Bahía, más allá de Cumbres de<br />

Llano Largo, caracterizadas por su sinuosidad<br />

y belleza.<br />

Todos, amigos añejos, cercanos, de escuela e<br />

infancia. Pasaron rápido las horas. A las 4 de<br />

la madrugada Heriberto sintió que sus párpados<br />

querían cerrarse. Logró salir con tres<br />

de ellos.<br />

El cansancio por conducir desde la Ciudad de<br />

México, el calor, el silencio nocturno, hicieron<br />

su efecto: luchaba pero se adormecía, sus<br />

párpados se rindieron, a la altura de Las Brisas,<br />

su cabeza cayó sobre el volante.<br />

Fer, a pesar de su cansancio dormitaba intranquila<br />

por la tardanza de Heriberto. Ella<br />

misma cuenta que, de pronto, algo la despertó.<br />

Antes ambos decían algo, ahora saben<br />

quien la despertó. Vibró su celular. Nerviosa,<br />

vio la carátula, la llamada provenía del celular<br />

de Heriberto. Sólo lo escuchó quejándose,<br />

diciendo que no sabía dónde estaba; que le<br />

dolía mucho el estómago.<br />

‘¿Pero donde estás? ¿Estás bien?’, preguntaba<br />

Fer, pero Heriberto había perdido<br />

el sentido.<br />

¡Un muerto y cuatro heridos!, era la<br />

cabeza principal de los diarios locales<br />

aquella mañana. Heriberto recuerda<br />

sólo girones del suceso. Su inconsciente<br />

oculta mucho de lo ocurrido.<br />

Recuerda el fortísimo impacto que lo<br />

despertó; el polvo blanco que despedía<br />

la bolsa de aire que lo ahogaba. El<br />

dolor indescriptible en su estómago y<br />

la incertidumbre extrema.<br />

Fer intentó fallidamente comunicarse<br />

con Heriberto. Lo logró cuando<br />

un taxista se detuvo a auxiliar a los<br />

heridos. Escuchó el tono del celular<br />

y contestó. No habló del accidente,<br />

mucho menos de que Heriberto<br />

estaba mal herido. Sin embargo, Fer<br />

dedujo el por qué de su malestar después<br />

de su brevísimo llamado: lo más<br />

probable es que se encuentra intoxicado<br />

en la calle por alguna extraña<br />

razón, se dijo más para consolarse<br />

que creyéndolo.

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