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- ¡ Vamos, hágalo ! - dijo Don parsimoniosamente, como si se dirigiera a<br />
alguien que hubiera estado demasiado tiempo entre bambalinas y a quien<br />
le tocara entrar en escena. Pensando retrospectivamente, si hubo algo de<br />
extraño en el episodio fue la energía con que habló Don. Su tono fue<br />
natural, es cierto, pero también imperioso, como si pretendiera que el<br />
hombre se levantase y subiese al avión, sin excusas. Lo que sucedió a<br />
continuación se desarrolló como si el hombre hubiera estado fingiendo y<br />
hubiese llegado a la última escena, después de la cual no había<br />
justificación para seguir representando el papel de tullido. Pareció una<br />
operación ensayada. La poderosa fuerza de gravedad se extinguió , como<br />
si nunca hubiera existido, y el saltó del sillón de ruedas, medio corriendo,<br />
sorprendido de sí mismo, en dirección al Travel Air.<br />
Yo estaba cerca, y le oí.<br />
- ¿ Qué ha hecho ? - preguntó - ¿Qué ha hecho conmigo ?<br />
- ¿ Va a volar o no va a volar ? - dijo Don -. Son tres dólares. Antes de que<br />
despegue, por favor.<br />
- ¡ Estoy volando ! - exclamó.<br />
Shimoda no le ayudó a subir a la carlinga, como acostumbraba a hacerlo<br />
con otros pasajeros.<br />
Los espectadores que se hallaban en los coches se apearon... circuló un<br />
fugaz murmullo y después se hizo un silencio atónito. Aquel hombre<br />
llevaba once años inmóvil, desde el día en que su camión se precipitó<br />
desde un puente.<br />
El individuo saltó al interior de la carlinga como un niño que acabara de<br />
echarse encima una sábana para imitar un par de alas, y se deslizó hasta el<br />
asiento sin dejar de agitar los brazos, como si fueran un juguete nuevo.<br />
Antes de que nadie atinara a hablar, Don accionó la palanca de gases y el<br />
Travel Air surcó los aires, describió una curva sobre los arboles y se<br />
remontó como un enloquecido.<br />
¿ Es posible que en un minuto coexistan la alegría y el terror?<br />
Se sucedieron muchos minutos así. La gente estaba pasmada por lo que<br />
solo se podía definir como la curación milagrosa de alguien que se la<br />
merecía, y al mismo tiempo sentí que, cuando los dos bajaran, ocurriría<br />
algo muy poco grato. La multitud estaba apiñada, a la expectativa, y las<br />
multitudes apiñadas se convierten en turbas, que no presagian nada<br />
bueno. Transcurría el tiempo. Los ojos taladraban el pequeño biplano, que<br />
volaba con placidez absoluta bajo el sol, y se gestaba algo violento, presto<br />
a estallar.<br />
El Travel Air trazó algunos ochos perezosos, una espiral cerrada, y luego<br />
apareció flotando sobre la cerca como un platillo volante pesado y ruidoso.<br />
Si Don conservaba un poco de sentido común, dejaría al pasajero en el otro<br />
extremo del campo, volvería a despegar y desaparecería. Seguía llegando