Rosa Regàs - Asociación de Vecinos El Espinillo

pero como quien lleva más agua, se fue para la parte delantera.
Esto no puede ser!, es ya demasiado. Le iba a decir a Búho, pero lo vi tan
agotado, que preferí dejarlo descansar. Total, ella no vale la pena-pensé-
apenas despiertes amigo, te contaré las cosas como son- y diciendo esto, me
venció el sueño por los antibioticos que había tomado.
Seguimos adelante nuestro viaje, espero que en la proxima parada, todo tenga
explicación.
»
Un par de horas después llegamos a Le Mans. Nuestros estómagos rugen más
que el león de la Metro así que decidimos detenernos para comer algo. Gracias
al francés de Paco logramos pedir tortilla, queso, zumo...y me siento en la
gloria. Me gustaría hablar con el Buho pero temo que el viaje se estropée así
que reflexiono. Estamos a apenas doscientos kilómetros de París, una de las
ciudades más bonitas del mundo, quizá nunca volvamos a tener la
oportunidad de hacer un viaje como este todos juntos y de todas formas
Ainara nos dejará entonces y volverá a Donosti. Tal vez nunca volvamos a
verla así que...¿para qué fastidiarlo todo contando algo que no nos va a llevar
a ningún lado? No sé, no es mentir, sólo ocultar información.
»
Pasé todo el día con la pierna tiesa, no podía moverla, el perro me había dado
el viaje. Mis amigos que ya se estaban cansando un poco de ver castillos y de
ver el río decidieron seguir hacia Paris, y me quedé con las ganas de ver el
Castillo de Blois y de montar en un barco por el río. El caso es que el Castillo
de Blois lo voy a ver toda mi vida, curiosamente lo veo de fondo tras la boca
del pastor alemán en mis pesadillas.
Lo que prometía ser una ruta fantástica por los castillos del Loira, con
ciudades con mucho renombre y probablemente preciosas, se convirtió en
carretera y más carretera. Además con el fin de ahorrar, empezamos a dejar de
ir por las autopistas, cuyo peaje era bastante caro, y utilizamos las carreteras.
Pasamos por Orleáns sin ver absolutamente nada. Propuse ir hacia Chartres y
al menos ver la catedral, aunque fuese desde la furgoneta, pero nada. Sólo
París, Paris y Paris, yo también quería ir a Paris, lo deseaba, pero pederme
todas estas posibilidades me cabreaba, quien sabe si alguna vez volvería otra
vez por aquí.
Al final decidimos parar en un pueblo que se llama Etampes, cerca de Paris.
Aprovechamos para cenar en la furgoneta y salir a tomar algo luego. La cena
transcurrió más sería de lo que era habitual, algo no andaba bien. Julio
seguía mohíno, ni Corinne le había levantado la moral. José sólo quería salir
de noche y era el único al que se le veía animado en estos instantes. El Búho y
Paco estaban muy raros, junto con Ainara se podía palpar la tensión y yo
seguía viendo al perro en mi cabeza a todas horas.
Para colmo de desdichas al arrancar la furgoneta para ir al centro de la ciudad
vimos que no arrancaba de ninguna manera, ¡se había estropeado!. Salimos
fuera y empujaron la furgoneta hasta que el Búho logró arrancarla, menos mal
que aún nos quedaba esta posibilidad. Me temo que nos vamos a poner