Nº 37 - De la Palabra
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estación de servicio, y habiendo ya sacado mi hoja en b<strong>la</strong>nco, pensando en qué pa<strong>la</strong>bra probar y profesar<br />
esa noche, llegó un grupo de adolescentes a sentarse en una de <strong>la</strong>s mesas vecinas, con gaseosas y jugos.<br />
Entonces me concentré en ellos; me distraje, así, un poco de mi asunto.<br />
Eran casi convencionalmente jocosos. Tenían, también para no ser menos evidentes, <strong>la</strong> vida por de<strong>la</strong>nte.<br />
Eran lugares comunes que me inspiraban esos muchachos, pero <strong>la</strong> cosa no resultaba por ello menos<br />
cierta. Bromeaban, se querían, se enojaban...<br />
Vivían.<br />
Como yo, cuando tenía su edad, cuando no era capaz de expresar mi dicha.<br />
Cuando tampoco tenía La Pa<strong>la</strong>bra.<br />
Y ahí fue cuando terminé mi búsqueda. Bueno, creo que hay gente capaz de escribir en una hoja en<br />
b<strong>la</strong>nco algo de <strong>la</strong> filosofía de Nietzsche o <strong>la</strong>s ideas de Marx o <strong>la</strong> fórmu<strong>la</strong> de <strong>la</strong> bomba de Hiroshima. En<br />
cuanto a <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra que pueda hacer feliz a un hombre, yo siempre tengo a <strong>la</strong> vista esa hoja en b<strong>la</strong>nco:<br />
como ese mito de <strong>la</strong> Torre de Babel que confundió a <strong>la</strong> soberbia de los hombres…<br />
Daniel Gómez<br />
(Gijón. ESPAÑA) - arboces@yahoo.com.ar<br />
Era una mujer<br />
La Avispa <strong>Nº</strong> <strong>37</strong> - Mar del P<strong>la</strong>ta - Argentina<br />
Era una mujer que eclipsaba con sus embrujos a los hombres propios, a los ajenos y a los indocumentados<br />
también. Los conquistaba sin disimulo pero sin conciencia, los trastornaba, les hacía perder el orgullo, <strong>la</strong><br />
razón y un par de prejuicios y luego se alejaba despacio, más despacio de lo que el<strong>la</strong> desearía pero tanto<br />
como ellos se lo permitían.<br />
Era ocurrente hasta límites no conocidos. Poseía ese extraño don de saber reírse de el<strong>la</strong> misma tanto<br />
como de los que <strong>la</strong> rodeaban. Más de una vez, uno se encontraba riéndose solo de algunas de sus ocurrencias<br />
y ese era uno de sus mayores hechizos, de cada diez pensamientos que llevaban su nombre, nueve te<br />
acercaban una sonrisa.<br />
Cuando decidía abrirte su refugio que tenía forma de cajita de música, encontraba <strong>la</strong> forma de llenarte el<br />
alma con sus cafés con leche, sus acolchados esponjosos como bizcochuelos y sus comidas improvisadas.<br />
Muchas veces su mundo interior era tan intenso que parecía distante, lejana, aun más cuando hab<strong>la</strong>ba<br />
por teléfono, esas veces que su voz ronca parecía llegar desde una dimensión desconocida; en esas ocasiones<br />
siempre se <strong>la</strong> podía encontrar o semidormida, o con un pie en el umbral de su casa o sumamente<br />
ocupada e<strong>la</strong>borando algún deseo con arcil<strong>la</strong>.<br />
Carecía de sutilezas a <strong>la</strong> hora de cantarte <strong>la</strong>s verdades, por más que lo intentara, no encontraba forma de<br />
disimu<strong>la</strong>r que estaba muy segura de cada una de sus opiniones. Tan segura como se <strong>la</strong> veía andando por<br />
<strong>la</strong> vida en sus eternas Converse b<strong>la</strong>ncas. Quizás tanto empeño por curar almas vírgenes habían logrado<br />
endurecer<strong>la</strong> ante <strong>la</strong>s cuestiones de <strong>la</strong> vida que afectaban a los que si suponía debían saber defenderse por<br />
sí mismos.<br />
Me descubrí en varias oportunidades intentando construir una imagen de ese territorio desconocido que<br />
es el universo <strong>la</strong>boral del otro, y siempre <strong>la</strong> veía rodeada de niños jugando como uno más de ellos, costaba<br />
imaginárse<strong>la</strong> impartiendo orden o poniendo límites; esos mismos chicos especiales que tan bien <strong>la</strong> definían<br />
en su profesión como una maestra “especial”. Como siempre existen excepciones a <strong>la</strong>s máximas y<br />
en este caso el hábito sí hacía al monje, aunque el hábito tuviera un de<strong>la</strong>ntal azul y escocés, alitas de mariposa,<br />
una falda rosa de tul y una coronita de estrel<strong>la</strong>s.<br />
Maria Inés Freijo - <br />
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Página 22<br />
Grupo de<strong>la</strong>pa<strong>la</strong>bra