La Lectura. Rincón literario - Centro Concertado Juan XXIII Cartuja
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Habla la Comunidad Educativa<br />
Antonio Manuel Jiménez Guardia<br />
Antiguo alumno del <strong>Centro</strong> <strong>Juan</strong> <strong>XXIII</strong> de <strong>Cartuja</strong>. Ha<br />
realizado estudios de Periodismo, y actualmente trabaja para<br />
la Agencia EFE como periodista. Estudió en nuestro colegio<br />
desde Preescolar hasta terminar Bachillerato en el año 2001<br />
V<br />
eo a Pablo seis o siete<br />
veces al año. Ya menos,<br />
desde que se fue a la India a hacer<br />
fotografías. <strong>La</strong> última vez que<br />
quedamos fue uno de los fines de<br />
semana que, como el desertor de<br />
una guerra que no tiene que ver<br />
conmigo, regreso a Granada a<br />
refugiarme. Y a ver a los amigos.<br />
Pablo vive cerca del Parque 28 de<br />
Febrero. Yo antes vivía en los<br />
bloques del metal, justo enfrente<br />
del colegio en el que compartimos<br />
casi todas las mañanas que<br />
cupieron en catorce años.<br />
Esa tarde quedamos en la puerta<br />
del Instituto. Como todavía era<br />
pronto para entrar a los bares, nos<br />
dio por caminar por el barrio<br />
mientras él me hablaba de los<br />
preparativos de su viaje. Pasamos<br />
por la plaza en la que una vez<br />
pisamos sin querer a una vieja con<br />
muletas mientras jugábamos a Bola<br />
de Dragón. En los jardines del<br />
metal, subimos unas escaleras en<br />
las que un chico mucho mayor que<br />
yo me reveló el secreto de los<br />
Reyes Magos. Mi amigo recordó el<br />
balcón desde el que un perro quiso<br />
tirarse mientras todos los niños le<br />
gritaban. <strong>La</strong>s procesionarias,<br />
aquellos gusanos que tanto nos<br />
fascinaban por entonces, seguían<br />
haciendo el mismo desfile ritual,<br />
como un pataleo contra el paso de<br />
los años.<br />
Como todavía era pronto para<br />
los bares, entramos en el colegio -<br />
aquél en el que compartimos casi<br />
todas las mañanas que cabían en<br />
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Antiguos Alumnos: Seguimos la pista de…<br />
TODAS AQUELLAS MAÑANAS<br />
catorce años- y seguíamos<br />
reconociendo cada uno de los<br />
rincones de la memoria por los que<br />
nos arrastramos, desde los 4 hasta<br />
los 18. Desde el libro de fotografías<br />
de tigres que Pablo no quería<br />
prestarnos a ninguno de los que nos<br />
sentábamos en las sillas naranjas de<br />
preescolar hasta aquellos recreos<br />
que, cumplidos los quince,<br />
intentábamos mantener recio el<br />
orgullo que nos arrebataba la última<br />
espinilla de la mañana. Recordamos<br />
los coscorrones que nos daba Don<br />
Eduardo, cuya cara siempre roja<br />
todavía nos parece entrañable, cada<br />
vez que nos equivocamos sumando<br />
grupos de manzanas en 2º de EGB.<br />
También el motín que<br />
protagonizamos contra los que<br />
considerábamos una injusticia en<br />
los exámenes finales de 1º de<br />
Bachiller, o los tres o cuatro recreos<br />
que, con doce años, nos pasamos<br />
especulando sobre el Apocalipsis y<br />
su significado hasta que nos<br />
dejamos embaucar por el metal de<br />
los aparatos dentales de las niñas,<br />
tan guapas, que jugaban al<br />
baloncesto.<br />
A la hora de los bares no<br />
discutimos de matemáticas, ni de<br />
las densas clases de morfología<br />
lingüística, ni ingeniamos la<br />
construcción de aquellas cajas que<br />
nos encargaban hacer en la hora de<br />
Tecnología. Pero si recordamos<br />
aquella vez que a una niña que nos<br />
odiaba se le escapó un moco en<br />
forma de pompa, o los chistes<br />
verdes que contaba, tan encendido,<br />
el bueno de Jesús mientras nos<br />
comíamos los bocatas.<br />
Brindamos, a la hora de los<br />
bares, por fulanito, aquél que todos<br />
queríamos ser jugando al fútbol y<br />
que aún no sabía que a los 19 le<br />
comprarían un coche y que a los 20<br />
se casaría y que a los 21 se<br />
divorciaría y que a los 22 sería un<br />
tipo que leería poesía de vez en<br />
cuando y que, si le preguntabas<br />
cómo está, te diría que bien<br />
encogido de hombros. También por<br />
menganito, que está a punto de<br />
convertirse en uno de los mejores<br />
médicos de la ciudad y que de<br />
pequeños nos defendió un par de<br />
veces de los abusos del matón de la<br />
clase de al lado. Bebimos a la salud<br />
de aquella niña con la que soñé<br />
todas las noches de 4º de ESO, y<br />
también por Prudencio, nuestro<br />
conserje que, con 57 llaves en la<br />
mano, precedía al profesor y a una<br />
fila de niños que chillaban antes de<br />
entrar al aula.<br />
Aquella fue la última tarde que<br />
vi a mi amigo. Él ahora es<br />
fotógrafo y lleva meses recorriendo<br />
Europa y Asia describiendo lo que<br />
encuentra con su cámara. O una<br />
parte de lo que se encuentra. O<br />
quizás sólo una parte pequeña de<br />
esa parte. Yo me hice periodista en<br />
otra ciudad y describo mi particular<br />
fragmento de realidad, que acabará<br />
engrosando el saco que almacena<br />
los recuerdos de todas aquellas<br />
mañanas que cupieron en catorce<br />
años.<br />
Sevilla, febrero de 2008