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La Lectura. Rincón literario - Centro Concertado Juan XXIII Cartuja

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L<br />

<strong>La</strong> <strong>Lectura</strong>. <strong>Rincón</strong> <strong>literario</strong><br />

¿Por qué leo?<br />

eo por gusto y por necesidad vital.<br />

Cuando quiero reír, soñar y disfrutar de verdad, sé que ha llegado la<br />

hora de elegir el libro adecuado y sentarme a leer.<br />

Pero también leo para tratar de entender al mundo, a la gente y a mí<br />

mismo.<br />

"Porque igual que el alimento es necesario para el cuerpo, la buena<br />

lectura es necesaria para alimentar el alma", como decía el Papa bueno: el beato<br />

<strong>Juan</strong> <strong>XXIII</strong>.<br />

Mi afición a lectura se despertó muy temprano. Mi madre y mi hermana<br />

tuvieron la culpa.<br />

Con cuatro años, acurrucado en su regazo, oía a mi madre relatar, como<br />

en un susurro, las aventuras de Celia de la magnifica escritora Elena Fortún.<br />

Estaba tan a gusto oyéndola que mi mayor preocupación era que alguien viniera<br />

a importunarnos - lo que sucedía siempre demasiado pronto-. Si mi madre tenía<br />

que marcharse, me quedaba abandonado en el sofá, intrigado, deseando saber<br />

cómo acabaría la travesura de Celia.<br />

Entonces cogía, enfurruñado, el libro por donde ella lo había<br />

interrumpido e intentaba descifrar aquellos signos extraños, sin conseguirlo.<br />

En uno de los largos veranos, que pasábamos toda la familia en la Sierra<br />

de Lúcar, allá por la provincia de Almería; bajo unos chopos, que crecían junto<br />

a la rambla, mi hermana, Eloísa, me leía cuentos. Sentados sobre la arena,<br />

mientras los otros dormían la siesta en el Cortijo, escuchaba, embelesado, la<br />

mágica voz de mi hermana que hacía salir del libro hadas, duendes, ogros,<br />

huérfanas maltratadas por madrastras malísimas y demás habitantes de los castillos y bosques encantados.<br />

A la vuelta, ya nada era igual que antes. Por ejemplo: la perrita, "Perla", que nos seguía a todas partes, se<br />

había transformado en una princesa hechizada por Vicenta, la pacífica mujer de Pedro, el molinero, que<br />

aunque pasara desapercibida porque actuaba con<br />

discreción y sabía disimular, en realidad, era una<br />

bruja perversa.<br />

Pero, pasaba el verano y aún no sabía leer. Así que<br />

rogué que me enseñaran, sin que se enterara mi<br />

padre. Porque, mi padre, estaba convencido de que la<br />

letra con sangre entra. Por eso, puse especial interés<br />

en que sólo mi madre y mis dos hermanos se<br />

alternaran en darme clases diarias.<br />

Al comienzo del nuevo curso, a primeros de octubre,<br />

ya había conseguido leer solo bastantes "tebeos" y<br />

algún libro con ilustraciones.<br />

Recuerdo, también, que, cuando fui un poco más mayor y leía todo lo que cayese en mis manos,<br />

estuve secretamente enamorado de Sigrid, la novia nórdica del Capitán Trueno. En las tardes lluviosas,<br />

solía atravesar la jungla del África ecuatorial, junto a Tarzán, cogido de una liana. Otras veces, era pirata<br />

en el Caribe o asaltaba fortalezas militares con Sandokán y sus secuaces. Una buena mañana, inicié un<br />

peligroso viaje al centro de la tierra descendiendo por el cráter de un volcán islandés, y, poco después, di<br />

la vuelta al mundo, en ochenta días, subido en un globo...<br />

¿Qué más se puede pedir? Y, todo esto, sin moverme de mi sillón favorito.<br />

Texto: <strong>Juan</strong> María Ramos. Profesor de Ciencias naturales y Geología<br />

Ilustraciones: Manuel Pérez Navarro. Profesor de Dibujo<br />

Aula23-Pág. 17

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