PACHACAMAC - Ministerio de Cultura

Ligera, delgada y fácilmente transportable. Así es la cerámica que produce esta comunidad.
lo que significa que puede soportar cambios
bruscos de temperatura en su cocción sin sufrir
rupturas, aparte de darle una alta consistencia.
Esta cerámica es así delgada, ligera y fácilmente
transportable. El mineral para el vidriado es
lavado y molido manualmente con batán y
mezclado con agua para obtener el engobe
que se aplicará a las piezas. Después de una
primera cocción, las piezas son dejadas enfriar y
se les aplica con pincel el engobe de loza, para
ser cocidas una segunda vez a llama alta en un
tiempo de dos a tres horas. De la temperatura
depende la dureza de la pieza y en cierto grado el
color del vidriado. Este mismo depende más, sin
embargo, de la densidad de la capa de engobe,
dando una gama de tonos entre el amarillo y el
verde oscuro. Cuando se aplica una sola capa
delgada, ésta suele distribuirse irregularmente;
dos capas de vidriado le dan un tono más oscuro
y uniforme. No es raro que una misma pieza luzca
más de un tono de vidriado. El añadido de otros
minerales locales puede dar otros tonos, como
el óxido de cobre que da un color verde botella,
y el manganeso, que da un color guinda o café.
Actualmente se están usando otras sustancias
vitrificantes, como el sílice y los óxidos de boro
o fósforo.
Los implementos especiales de madera son paletas,
la llamada cachira, de tamaño regular, para
dar finura a los contornos de la cerámica; la hualtana,
de menor tamaño para formar los costados
de la cerámica. Con la pericia necesaria e implementos
sencillos se da la forma requerida a
las piezas. Las familias de artesanos tienen
una pequeña marca o sello de madera que
identifica al autor de la pieza, y que se ha
convertido en un complemento decorativo,
con
diseños
c o m o
hojas, líneas
o círculos.
El torno tradicional
consistía en
un disco de
madera
que era girado manualmente, como ha sido usual
en la cerámica andina más antigua y la tecnología
de cocción se valía de hornos circulares calentados
con bosta. La asesoría técnica de la UNSAAC
introdujo el torno de pedal y el horno de adobe
de dos niveles alimentado con leña, de mayor seguridad
y que ahorran tiempo y combustible.
Esta cerámica, por su particular mezcla de arcillas
y minerales, mantiene una textura algo áspera,
diferente de la pulida cerámica que conocemos
de Puno o Ayacucho. La decoración consiste en
sencillos relieves hechos manualmente o con
implementos muy sencillos, o las aplicaciones
con figuras de flores, hojas y aves. La creación
artesanal de Charamuray consta de un conjunto
de piezas tipo y sus variantes, en su mayoría de
tamaño mediano a pequeño.
El grueso de la producción son objetos de corte
utilitario, cuya pieza principal es la olla, llamada
rumimanka, así como jarras, sartenes, platos, tasas,
teteras, phukus y peroles, con mayor demanda
por su funcionalidad. La rumimanka es una
olla de base plana, con tres asas cinta ubicadas
en la mitad superior del cuerpo, más una tapa circular
con el mismo tipo de asa, y que suele estar
decorada con un discreto diseño de relieve en
zigzag en la zona más ancha de la pieza. La jarra,
igualmente de base circular plana, tiene un cuello
estrecho y alargado, con un asa cintada entre
el cuerpo y la mitad del cuello, y con una decoración
similar a la rumimanka. La sartén es en realidad
un plato ovalado con dos asas tubulares colocadas
horizontalmente, y un vistoso borde festoneado,
decoración muy propia en la cerámica
de esta región. La olla perol, más pequeña que la
rumimanka, es una vasija de cuerpo similar a ésta
pero con dos asas tubulares horizontales, un labio vertedero y
sin tapa; también luce el borde festoneado que es característico
de esta creación artesanal. El diseño del tostador o k’analla
–de forma ovoide, sin patas y con tres asas cinta verticales,
dispuestas a los lados y en la parte superior de la vasija– recuerda
piezas similares en la cerámica prehispánica, al darle
a su ancha boca una forma semicircular que la asemeja a una
boca humana, además luce dos pequeños círculos en el lugar
que correspondería a los ojos.
De este rubro la pieza más peculiar es la llamada cuartilla, vasija
de cuerpo muy achatado y largo cuello tubular que termina
en una boca ancha, forma similar a la de ciertas vasijas incas.
Para más semejanza, el cuerpo suele decorarse con un diseño
en relieve e inciso de un rostro humano esquematizado,
coronado por dos cintas de diseño plumiforme en la base del
cuello, a modo de diadema.
El segundo grupo lo formarían las piezas de tipo decorativo.
Son vasijas de formas graciosas, con una boca grande
ondulada, poco usual en la cerámica andina y decorada con
figuras de aves, flores o personas. El “florero” es una vasija de
cuerpo ovalado y con una boca grande como la descrita. En
su forma simple, está decorada con dos colibríes posados en
lados opuestos del cuerpo a modo de asas.
El florero “mellizo” se trata
de dos vasijas de forma
similar, puestas sobre un
soporte plano, y entre ambas
una pequeña columna
que sostiene la imagen
estilizada y en bulto de un
jinete a caballo. El macetero,
de forma algo similar
al florero pero de cuerpo
más recto, tiene además
una boca grande y festoneada
como éste. Los candelabros
forman dentro
de este rubro un género
aparte. El diseño base es
un tubo de cerámica colocado
verticalmente sobre
una pequeña plataforma,
alrededor del cual se diseña
una imagen en bulto,
como un individuo sentado,
un cóndor de alas
abiertas o dos picaflores
en pose de vuelo.
Por último, las piezas de uso ritual, que son en primer lugar
las imágenes de toros o antropomorfas utilizadas en el wasichakuy
o techado de viviendas y colocadas en el techo de la
casa de modo similar a los famosos toritos de Pucará. El toro
es una representación naturalista del animal sin más decoración
que el vidriado cubriendo toda la pieza. Se modela
también el cóndor rachi, representación del cóndor montado
sobre el toro. Podemos incluir en este rubro los sencillos platitos
de tipo escudilla, pequeños y circulares, sin decoración,
y tazas también pequeñas de un asa, objetos usados para los
rituales de pago a la tierra y para ofrendar a los santos.
La división del trabajo se da en la elaboración de las piezas.
El recojo de las arcillas, el traslado de piezas y su quemado
son labores de ambos sexos, pero la molienda de arcilla y el
Pieza de uso ritual.
mineral para el vidriado son labores femeninas, mientras que
las labores del amasado de arcilla y moldeado de piezas son
más atendidas por los varones. Como contraparte, la mujer
tiene una participación muy activa en la comercialización de
las piezas. Esta cerámica se vende tradicionalmente en las ferias
dominicales de Colquemarca, Quiñota, Chamaca y Santo
Tomás, siendo básicamente destinadas a un mercado rural. El
monto de la producción es determinado por la demanda y el
transporte, que se hace generalmente a lomo de acémila. El
trueque es la forma principal de intercambio y los artesanos
pueden negociar el precio de sus piezas según su tamaño y
acabado, asi como por el lugar de venta. Una rumimanka se
venderá en Charamuray máximo a 4 soles, equivalente a media
arroba de maíz. De tratarse de ferias como las de Santo
Tomás o Cusco el precio aumentará uno o dos soles.
La participación en la exposición-venta Ruraq Maki del Museo
de la Nación, que ha impulsado la asistencia a las ferias de
Huancayo y Túpac Amaru, ha permitido su apertura a nuevos
mercados. Esta nueva situación está produciendo algunos
cambios en la producción artesanal, como la adopción o
creación de algunos diseños nuevos y la mayor importancia
en la comunidad que cobran las familias dedicadas a esta
actividad.
De esta manera Charamuray, bien conocida en la región como
un pueblo de alfareros, enfrenta una nueva situación en que
la tradicional producción artesanal está trascendiendo su papel
original para convertirse en la tarjeta de presentación del
colectivo local ante el país. La migración, la monetarización y
la adquisición de nuevos artículos fabricados son también elementos
de presión en una producción tradicional fundamentalmente
utilitaria; pero la acción de agentes de desarrollo, ha
impulsado la innovación de ciertos elementos en la producción
que le permite abrirse a nuevos mercados además de los
tradicionales. Su presencia en ferias como Ruraq Maki es otro
paso más en tal reconocimiento. Considerando la situación de
esta creación artesanal tan original, de precedentes muy antiguos,
enraizada en las necesidades y experiencias locales y
abriéndose paso en el panorama actual, el INC ha contribuido
a su puesta en valor al declarar a la cerámica de Charamuray
como patrimonio cultural de la Nación, según Resolución Directorial
720 / INC del 5 de junio de 2008.
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