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SUSTO Imprevisto<br />
Coronel Iván González.<br />
Colaboración ASORFAC<br />
Me asignaron el primer vuelo con un piloto<br />
nuevo. Era el copiloto preferido para los<br />
vuelos con esa característica. Yo volaba ese<br />
tipo de avión hacia tiempo. Era su vuelo<br />
inaugural como comandante. Un veterano<br />
piloto en otras aeronaves y había cumplido<br />
muy bien su entrenamiento en el avión que<br />
volaríamos esa mañana. Mi alerta situacional<br />
se incrementaba en estos casos y me autoexigía<br />
atención adicional.<br />
Sin embargo, lo que nos pasaría, estaba por<br />
fuera de todo lo que yo pudiera presumir en<br />
el transcurrir de un vuelo rutinario. Estaba<br />
previsto en los procedimientos de emergencia<br />
por si se llegar a suceder, aunque era algo<br />
bastante remoto.<br />
El ritualismo y los protocolos de preparación<br />
del vuelo fueron más estrictos de lo corriente,<br />
tanto por parte del nuevo piloto como por,<br />
este, su copiloto, así estuviese acostumbrado a<br />
compartir con muchos pilotos comandantes.<br />
El despegue fue normal. El asenso previsto,<br />
para 21 mil pies, transcurría sin contratiempos.<br />
Ajusté la presión de la cabina para una<br />
altura inicial de 8 mil pies. Diferencial de<br />
presión máximo, entre la presión interna y la<br />
atmósfera externa.<br />
Después del despegue se inició la<br />
presurización. A los 12 mil pies de altura,<br />
escuchamos una fuerte explosión. La puerta<br />
de entrada a la cabina, que estaba abierta,<br />
se cerró dando un portazo estrepitoso. En<br />
ese tiempo no se acostumbraba cerrar. <strong>No</strong><br />
era mandatario cerrar como lo exigen las<br />
actuales precauciones. <strong>No</strong> teníamos el trauma<br />
que originó el 9-11. Los pasajeros podían<br />
novelear desde sus puestos lo que se hace en<br />
el puente de mando.<br />
Entró una nube de polvo que salió de la<br />
alfombra y los tapizados de la silletería. Al<br />
mismo tiempo, sentíamos los efectos de<br />
una despresurización explosiva en nuestros<br />
oídos y la nariz. Vi como los instrumentos<br />
de control de presión de cabina, que activa<br />
el copiloto, estaban enloquecidos. Las agujas<br />
saltaban de un extremo a otro de sus escalas,<br />
y en todas direcciones. Un fuerte viento<br />
frío comenzó a circular entre la cabina de<br />
pasajeros y la de pilotos.<br />
Mi primera reacción fue la de mirar al<br />
comandante, al tiempo que le anunciaba,<br />
por el intercomunicador, en tono firme,<br />
pero sin miedo, para no asustarlo, “es<br />
una despresurización”. Se quedó<br />
momentáneamente paralizado. Le dije<br />
que debíamos iniciar un descenso<br />
de inmediato mientras que yo<br />
informaba a la torre que<br />
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