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Edicion No. 33 - Asorfac

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SUSTO Imprevisto<br />

Coronel Iván González.<br />

Colaboración ASORFAC<br />

Me asignaron el primer vuelo con un piloto<br />

nuevo. Era el copiloto preferido para los<br />

vuelos con esa característica. Yo volaba ese<br />

tipo de avión hacia tiempo. Era su vuelo<br />

inaugural como comandante. Un veterano<br />

piloto en otras aeronaves y había cumplido<br />

muy bien su entrenamiento en el avión que<br />

volaríamos esa mañana. Mi alerta situacional<br />

se incrementaba en estos casos y me autoexigía<br />

atención adicional.<br />

Sin embargo, lo que nos pasaría, estaba por<br />

fuera de todo lo que yo pudiera presumir en<br />

el transcurrir de un vuelo rutinario. Estaba<br />

previsto en los procedimientos de emergencia<br />

por si se llegar a suceder, aunque era algo<br />

bastante remoto.<br />

El ritualismo y los protocolos de preparación<br />

del vuelo fueron más estrictos de lo corriente,<br />

tanto por parte del nuevo piloto como por,<br />

este, su copiloto, así estuviese acostumbrado a<br />

compartir con muchos pilotos comandantes.<br />

El despegue fue normal. El asenso previsto,<br />

para 21 mil pies, transcurría sin contratiempos.<br />

Ajusté la presión de la cabina para una<br />

altura inicial de 8 mil pies. Diferencial de<br />

presión máximo, entre la presión interna y la<br />

atmósfera externa.<br />

Después del despegue se inició la<br />

presurización. A los 12 mil pies de altura,<br />

escuchamos una fuerte explosión. La puerta<br />

de entrada a la cabina, que estaba abierta,<br />

se cerró dando un portazo estrepitoso. En<br />

ese tiempo no se acostumbraba cerrar. <strong>No</strong><br />

era mandatario cerrar como lo exigen las<br />

actuales precauciones. <strong>No</strong> teníamos el trauma<br />

que originó el 9-11. Los pasajeros podían<br />

novelear desde sus puestos lo que se hace en<br />

el puente de mando.<br />

Entró una nube de polvo que salió de la<br />

alfombra y los tapizados de la silletería. Al<br />

mismo tiempo, sentíamos los efectos de<br />

una despresurización explosiva en nuestros<br />

oídos y la nariz. Vi como los instrumentos<br />

de control de presión de cabina, que activa<br />

el copiloto, estaban enloquecidos. Las agujas<br />

saltaban de un extremo a otro de sus escalas,<br />

y en todas direcciones. Un fuerte viento<br />

frío comenzó a circular entre la cabina de<br />

pasajeros y la de pilotos.<br />

Mi primera reacción fue la de mirar al<br />

comandante, al tiempo que le anunciaba,<br />

por el intercomunicador, en tono firme,<br />

pero sin miedo, para no asustarlo, “es<br />

una despresurización”. Se quedó<br />

momentáneamente paralizado. Le dije<br />

que debíamos iniciar un descenso<br />

de inmediato mientras que yo<br />

informaba a la torre que<br />

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