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El frío mañanero se había evaporado, incluso <strong>com</strong>enzó<br />
a sentir calor y los pies le ardían, <strong>com</strong>o si no<br />
corriera por la hierba fría sino por las orillas arenosas<br />
de los ríos de la tundra, caldeadas por el sol de<br />
verano.<br />
El destello del sol corría detrás de ellos por la<br />
superficie plana de la laguna, por las corrientes de<br />
los arroyos y torrentes, por los numerosos charcos y<br />
laguitos.<br />
¿Qué era aquello?<br />
Una alegría inusitada, <strong>com</strong>parable sólo con el<br />
sol. Ligereza y un presentimiento dulce y alarmante<br />
a la vez, una cálida presión en el pecho al pensar<br />
que él estaba a su lado, ése en el que confluía todo<br />
lo ocurrido aquel verano: la enorme ballena, el<br />
asombroso calor, y el inesperado descubrimiento<br />
de que ella difería en algo de los pájaros y las fieras,<br />
de la hierba y las olas, del cielo y la tierra...<br />
¿Qué era aquello?<br />
Subieron las colinas de la tundra, cubiertas por<br />
una hierba suave, levemente amarilla. Bajo la hierba<br />
yacía el musgo seco, el liquen de los alces, una<br />
gruesa capa que protegía a las plantas de la agresión<br />
mortal de la congelación perpetua.<br />
Desde la cima de las colinas se veía el mar ya lejano,<br />
con sus olas que apenas se escuchaban.<br />
El hombre se detuvo, sin soltar la mano de Nau.<br />
Se volvieron de frente al mar, y junto con él la<br />
chica miró hacia la lejanía azul.<br />
Más allá de la franja blanca de la rompiente, jugaban<br />
las ballenas. Un banco de cetáceos se aproximaba<br />
a la orilla, coloreando las olas con el arco iris<br />
de sus surtidores y espantando las bandadas de<br />
chorlitos.<br />
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