Leer fragmento - Txalaparta.com

Reu se aproximó lentamente a la orilla, acompañado
por sus hermanos. Era como si lo retuvieran,
como si no le dejaran tocar las piedras de la orilla.
Pero Reu logró llegar a la franja de espuma y apareció
en la orilla.
Respiraba con dificultad y su pecho se elevaba
muy alto.
– Nau –dijo–, vengo a quedarme contigo.
– ¿Para siempre?
– Para siempre –dijo Reu, y como en respuesta a
sus palabras, decenas de surtidores de ballenas se
elevaron en el aire, fragmentando la luz solar y acallando
todos los demás sonidos.
Reu tomó a Nau de la mano y la llevó hacia la
tundra, alejándola de la orilla del mar, de sus compañeras
ballenas enardecidas. Se apresuraba a distanciarse,
temiendo cambiar de opinión e irse lejos
con su tribu a los distantes mares del Sur, a mucha
distancia de los hielos que avanzaban.
Atravesaron la tundra por las verdes orillas de la
laguna y se adentraron en las colinas, donde la hierba
no era ya tan blanda y en la tierra se percibía la
llegada inminente de la congelación perpetua, que
se había ocultado del cálido sol del verano bajo una
gruesa capa de musgo y hierbas del año anterior.
Se sentaron sobre un montículo y estuvieron largo
rato en silencio.
Reu estaba triste y en su rostro había niebla,
como en aquellas mañanas otoñales.
Nau le acarició una mejilla con un dedo.
Reu se estremeció y suspiró.
– ¿Qué vamos a hacer? –preguntó Nau.
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