Sembrando alternativas; cosechando esperanzas. (Re)
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Capítulo 4 - <strong>Sembrando</strong> <strong>alternativas</strong> desde este lugar en el mundo<br />
la mundialización del discurso del desarrollo, discurso -en sentido<br />
Foucaultiano- con una praxis asociada, y que ha convertido a la<br />
solidaridad en un “imperativo moral” que -bajo las figuras de<br />
cooperación, ayuda humanitaria, etcétera-, justifican la<br />
intromisión de las políticas diseñadas desde los centros<br />
hegemónicos en la vida socio-cultural, política y económica de<br />
millones de personas, habitantes de “países subalternos”, “del<br />
tercer mundo” o “periféricos” (Bretón, 2010:9) 2.<br />
El paradigma del desarrollo está anclado en una corriente<br />
discursiva profundamente eurocéntrica y se funda en una<br />
cosmovisión local (mundializada) que tiene como uno de sus ejes<br />
principales la linealidad en su escala temporal y las nociones de<br />
progreso y perfectibilidad de la humanidad -evolutiva,<br />
determinista y teleológicamente- ligadas a esa temporalidad lineal.<br />
El paradigma del desarrollo está ontológica y epistémicamente<br />
enraizado en aquella modernidad hegemónica a la que ya se hecho<br />
referencia en el primer capítulo.<br />
2 Se utiliza esta terminología porque por su amplia circulación en el lenguaje (académico y coloquial) permite una rápida identificación de las áreas<br />
referidas. Sin embargo, creo que es necesario el desarrollo de nuevas categorías nominales que no necesariamente respondan a las relaciones dicotómicas<br />
“centro-periferia”, “hegemónico-subalterno” o “primer mundo-tercer mundo”; categorías que reifican un supuesto orden mundial en los términos del<br />
discurso dominante y que legitiman y fortalecen discursos como el del desarrollo.<br />
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llevaba siete, ocho meses, ya no pude hacer mas nada, porque allá me caí de<br />
un tractor también. Seguí trabajando así mismo porque no quería quedarme<br />
quieto, nadie quería que fuera a trabajar, nadie me obligaba a trabajar, yo<br />
quería trabajar… pero me tuvieron que dar la baja, bueno y de ahí ya<br />
después tuvieron que operarme; me operaron en La Habana. Entre la<br />
operación y la recuperación estuve siete meses, casi ocho, sin poder hacer nada;<br />
enyesado estuve tres meses, con un yeso que me tapaba todo completo, las dos<br />
piernas, todo. Me pusieron dos tornillos en la cadera. Ya a los siete, ocho<br />
meses, cuando solté el yeso, cogí las muletas, estuve tres meses más con<br />
muletas… en total un año y pico estuve con todo eso. Para entonces ya tenía<br />
diecisiete y me arreglaron todos los papeles para retirarme, querían pagarme<br />
pero yo no quise, yo les dije que si yo podía trabajar, yo seguía luchando. Y<br />
me fui con el abuelo mío a trabajar. Yo sí que trabajaba; hacía barreras<br />
muertas, intercalaba cultivos… decían que yo era un conuquero, porque<br />
sembraba de todo. Una vez sembré un surco de boniato donde se había puesto<br />
toda la paja del maíz que me dijeron “quémala”, y dije “no, no, yo este<br />
residuo de cosecha no lo vuá a quemar”, hicimos un cuesta y sembré un surco<br />
de boniato cristal. Saqué muchísimo, ¡hasta saqué un boniato de veinte